miércoles, 30 de abril de 2014

Adiós a la seguridad

Creo que aspirar a que las autoridades puedan garantizarnos seguridad al salir a las calles poco a poco deberá convertirse en una utopía. Esta posibilidad cada vez está más lejana por la simple y sencillísima razón de que, entre quienes tienen el compromiso de velar por nuestra certidumbre, hay gente que está muy íntimamente ligada a delincuentes de todos tipos. Y no hay gobernante, del nivel que usted guste y mande, que pueda presumir de estar haciendo algo al respecto.
No hay que ser muy analista para suponer esto. La noche del martes, otro hombre fue abatido a tiros en Guaymas. Ocurrió frente a varias personas que cenaban en una taquería. Un criminal llegó y lo ejecutó a balazos. Después se retiró caminando, con la tranquilidad que siente aquel que sabe con certeza que no va a ser molestado por nadie. Llegó una nube de policías que, aparte de hacerlo tarde, como siempre, argumentaron “resultados negativos” en la presunta búsqueda del asesino.
Hace no muchas semanas, otro hombre fue perseguido por varias calles a balazos, hasta que finalmente fue alcanzado y ultimado en una colonia cien por ciento popular. Igual, las patrullas llegaron cuando todo había ocurrido. Los sicarios huyeron rumbo a la colonia Sahuaripa, donde según se especuló, habían sido detenidos, identificados como marinos, y posteriormente llevados quién sabe a dónde. No se volvió a tocar el tema.
Si eso es para preocuparse y temer hasta salir al porche de la casa ante el riesgo de ser alcanzado por una bala perdida, más inquietante resulta enterarse de que, en varios de los hechos delictivos de mayor importancia que se cometen, generalmente están apareciendo involucrados elementos de las diferentes corporaciones policiacas, tanto municipales como estatales y federales y en ocasiones hasta miembros del Ejército Mexicano. Esta es una evidencia de que quienes nos cuidan pueden ser no precisamente los más apropiados para ello, y ante esto, no queda más que insistir en la clásica: ¿en manos de quién estamos?
La tranquilidad se terminó. Es importante ubicarnos, como ciudadanos, en nuestra justa dimensión. Si no nos cuidamos nosotros mismos no tenemos quién lo haga. Regularmente cuando estamos por ser víctimas de algún delito, recurrimos al apoyo de la policía para que venga a salvarnos. Sin embargo, resulta que entre los que vienen en nuestra ayuda, podría haber asaltantes y hasta criminales. ¿Cómo sentir confianza ante semejantes “perspectivas”?
Quienes hoy lamentablemente nos gobiernan, casi juraron sobre la Biblia que nos garantizarían la seguridad, rubro más exigido a quienes son candidatos pero que sin embargo se convierte en tema olvidado cuando llegan al cargo público que buscan. Hoy están faltando no sólo a su promesa de campaña sino a su palabra de hombres y mujeres. Están incumpliendo a una sociedad que a través del pago de sus impuestos sostiene sus emolumentos, que no son cualquier cosa. Es decir, pagamos porque nos cuiden, y nos responden a balazos.

Es mil veces preferible que confiesen públicamente que no pueden con semejante paquete. Que reconozcan que el crimen organizado ya los derrotó, y que todos los circos que hacen en relación a “mejores programas” de seguridad son sólo una forma de gastar dinero a lo torpe y de demostrar una absoluta incapacidad (¿realmente será incapacidad?) para enfrentar el peor cáncer que aniquila hoy en día a la sociedad en general. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario