lunes, 6 de octubre de 2014

¿Cómo miran los ciegos?

Durante mucho tiempo, en mi época de estudiante en el D.F., me preguntaba ¿cómo le hacen para caminar?
Eran ciegos que transitaban  por las banquetas, subían y bajaban escalones, usaban con mucha facilidad el transporte público, los camiones y el metro, reían, cantaban y platicaban.
Sinceramente, entre tantas cosas asombrosas que encontré en la ciudad de México, fueron ellos, los ciegos, que por cosas del destino, ahora soy uno de ellos.
Por esta razón, y porque deseo conocer un poco más sobre este tema, en adelante, trataré de plasmar en este pequeño escrito, las conclusiones de múltiples reflexiones realizadas en mis casi 25 años de ciego, y lo haré en mi plena madurez de persona ciega, en el momento mismo en que he superado casi al cien toda tristeza y desesperación. Quizá se presente un poco la nostalgia, pero ello será parte de mi terapia.
Lo más agradable que nos ha pasado a todos los que habitamos este mundo es, sin lugar a dudas, la vida misma. Hemos llegado todos a vivir en este mundo con las condiciones orgánicas  en perfecto estado. El desarrollo, a partir de su nacimiento, garantiza la evolución de un cuerpo armónico  y una mente lúcida, que si bien es cierto, al inicio, nuestras reacciones son intuitivas,  de observancia y sensibles, con el tiempo se generan las condiciones para el pensamiento inicial, siendo la vista el origen de nuestro conocimiento. Nos es necesario que recordemos bien lo anterior, pues será motivo de reflexión, porque existen personas que nacieron ciegas; entonces, la observancia no puede ser el origen de nuestro conocimiento.
En este mundo hay dos clases de ciegos, los que quedaron así en el transcurso de su vida, por enfermedad o por accidente y, los que nacieron ciegos. A pesar que ambos habitan el mismo espacio, ambos inician de manera muy diferente la conquista y desarrollo de su vida, pero al final en su vida madura, caminarán parejo, en igualdad de condiciones.
Trataremos el caso de una persona que haya nacido ciego, por lo que puedo confirmar desde este momento, que la segunda  más grande de las discapacidades es la ceguera, únicamente cuando la persona haya nacido así. El primer nivel lo ocupan las personas nacidas sordo-ciegas, tema que abordaremos más adelante.
No podemos comparar un niño  discapacitado nacido con ceguera a una persona que perdió la vista en su adolescencia o en su etapa madura. Hagamos nosotros en este momento un pequeño ejercicio de comprensión: retrocedamos el tiempo. Acabamos de nacer, nuestro cuerpo percibe un cambio drástico de temperatura, nuestra audición limitado por la presencia del líquido graso, nuestros ojos aún cerrados y nuestras fosas nasales obstruidas, todo ello representa una igualdad de condiciones para todos al momento de nacer.
A partir de ahí, el niño ciego empieza a diferenciarse de los demás. Mientras los niños en estado normal inician su desarrollo visual de manera paulatina, lo cual implica la visión de colores e imágenes, el niño ciego se queda en la más completa obscuridad. El primero escucha y ve, el segundo, simplemente  escucha.
Debemos de afirmar que tenemos aquí dos situaciones en dónde la referencia para el aprendizaje inicial parte de dos condiciones diferentes, uno a partir de la utilización de dos sentidos específicos; la audición y la vista y el otro únicamente con la audición. Este no es mi caso. Uno de los niños puede ver los colores, e inclusive reacciona por la inclinación en alguno de ellos, el niño ciego, simplemente no los mira.
¿Cómo conocer y reconocer las cosas? El niño número uno, únicamente los mira y clasifica sin ningún esfuerzo; el niño ciego tiene que tocar y explorar; de esta manera clasificar su forma, textura, olor y sabor archivando todo esto en su memoria. Este procedimiento implica un esfuerzo adicional, es decir, el reconocimiento del entorno del niño ciego es más tardado y prolongado que el niño número uno.
Por ejemplo, para un niño o persona ciega es un poco difícil comprender el comportamiento y forma de las olas de mar. Ahí, la comprensión es más rápida si ponemos en contacto a la persona ciega con el agua de mar, de ahí que los procedimientos de enseñanza sean diferentes para uno y para el otro, procedimientos pedagógicos, dicen los maestros.
Cuando mencioné al inicio que el reconocimiento de su entorno y comprensión de las cosas se nivelaban en la etapa de la adolescencia, es precisamente por lo anterior. La capacidad de comprensión es lenta al principio, pero el ciego, cuando empieza  a darle utilidad a sus demás sentidos, genera mejores herramientas para el desarrollo de sus capacidades, por lo que queda concluida la afirmación de que en la etapa de la adolescencia los niveles del conocimiento de los niños nacidos ciegos se iguala. Obvio, en ello está el interés de las personas cercanas al niño ciego.
En casa,  los padres y familiares del pequeño juegan un papel elemental para que el niño ciego reconozca de manera adecuada su entorno; evidentemente, la distribución del inmueble debe de ser adaptado, quitar de su alcance objetos punzo cortantes, jarrones o floreros de vidrio, etc. Esto al principio.
Después, cuando el niño haya la alcanzado un grado mayor de conciencia, podemos tener un inmueble común, lo que no representará ya un problema para la persona ciega.
A un niño ciego debemos de llamarlo siempre por su nombre o tocarlo para que sepa él que le están hablando. Ello le generará  atención, concentración y seguridad. Al principio el niño ciego no entenderá de colores, únicamente de forma, por eso, es preciso enseñarle el entorno de las cosas y darle nombre, él; poco a poco empezará a distinguir una cosa de otra.
La capacidad para desarrollar el habla es casi similar al niño normal, únicamente que con el niño ciego debemos de permitir que toque los objetos e iniciar a darle nombre y color a las cosas que toque, de esa manera los colores, aunque no los conozca, vendrán a ser una referencia indispensable para el reconocimiento de todo su entorno.
Estamos ahora centrados, quizás, en uno de los sentidos más importantes para la persona con ceguera; el tacto. Los padres, en los primeros años de vida del niño ciego, deberán de guiarlo en el reconocimiento de todo lo existente, en el interior y fuera de la casa. Debemos recordar que el tacto son los ojos del ciego; el niño debe de distinguir lo que es un terrón o pedazo de tierra compactada y una piedra o pedazo de cemento, agua  o aceite , madera o fierro, tela o hule, tenedor o cuchara, taza o vaso.
En todo ello implica la utilización del tacto, pero, tenemos otros sentidos que nos es necesario tomar en cuenta y utilizarlos en el proceso de enseñanza del niño ciego: el olfato,  audición y  gusto, que junto con la visión y el tacto vienen a ser los cinco sentidos indispensables del ser humano, pero en esta ocasión por razones obvias estamos quitando el sentido de la visión.
A todos nos ha sucedido que en un momento de nuestras vidas el olfato nos determine la necesidad de asearnos. Al transitar por nuestra ciudad, el olfato nos indica  la existencia de una panadería, expendio de frutas o cafetería. El olfato nos indica cuando algún alimento se encuentra en estado de putrefacción, nos da el olor del aire y de cuantas cosas nos rodea. Por ello, el olfato es un sentido importante para los ciegos, porque nos da un punto de referencia y nos permite la toma de decisiones.
El sentido del gusto va entrelazado al sentido del olfato; ambos nos brindan la posibilidad de detectar con mayor rapidez el tipo de fruta, comida u objeto. Puedo afirmar que los ciegos podemos desarrollar nuestras capacidades sin la existencia de estos dos sentidos, el olfato y el gusto, pero qué bueno que los tenemos. Son una satisfacción.
Sin embargo, sin la existencia del tacto y la audición, la vida de un ciego sería prácticamente imposible, por esa razón pasaremos a valorar otro de los sentidos necesarios para el ciego, la audición.
Tenemos un sentido que al igual que el tacto juega un papel indispensable en el desarrollo del conocimiento y capacidades del ciego: la audición.
Deseo hacer una nueva confirmación antes de entrar a tratar lo referente a este sentido: cuando el niño nace ciego, tiene en sí la mayor de las discapacidades, pero cuando el niño ha alcanzado su adolescencia y entonces sus conocimientos y capacidades se han igualado a las de un niño normal, deja de ser considerado como persona de alta discapacidad, quedando únicamente en ese nivel de discapacidad las personas sordas, que aun alcanzando su etapa de madurez,  la comunicación ha significado una barrera para su integración social.
Esta reflexión nos lleva necesariamente a puntualizar lo relacionado a los niños con problema de sordo-ceguera, adelantando que esta condición del ser humano debe de catalogarse de condición extrema, dada la enorme dificultad que tienen para alcanzar el desarrollo pleno de sus capacidades, y más allá, su difícil incorporación a la vida laboral y a todos los aspectos de la vida social.
Bien, se dice que la naturaleza nos provee como seres humanos de las herramientas necesarias para nuestra supervivencia, lo cual podemos probar en la propia condición de un niño sordo-ciego; este pequeño, a diferencia de la descripción anterior, del niño nacido ciego y el otro en perfecto estado, nos debe de llevar a una reflexión comparativa, que al final nos daremos cuenta que el ser humano tiene de su parte la combinación y juego de los sentidos, utilizándolos o quitándolos,  logrando al final su adaptabilidad.
El primer niño utilizará sus cinco sentidos. El niño ciego utilizará 4 sentidos. Pero el niño sordo-ciego únicamente utilizará 3 sentidos. Afortunadamente, este tipo de casos son muy raros en nuestra sociedad, y qué bueno, porque si hablamos de discapacidad extrema, esta es sin lugar a dudas la peor de todas. Dicho de otra manera, no es el sordo o el ciego reconocido como el que tiene el nivel más alto de discapacidad. Es la combinación de los dos, audición y visión.
Acordamos desde el principio que la visión para los niños normales era el principio del conocimiento y que para los niños nacidos ciegos lo era la audición. Entonces ¿qué afirmación podemos hacer para los niños nacidos sordo-ciegos?
La ausencia del sentido de la audición y visión nos pone casi al  borde del extremo para lograr el desarrollo del conocimiento inicial, por ello, regresamos de nuevo al juego de la combinación de sentidos. A estos niños les queda a su favor la utilización de tres sentidos, el tacto, el olfato y gusto.
La historia nos ha dado muestras de que el ser humano con condiciones tan restringidas para su proceso de aprendizaje, ha podido alcanzar niveles altos de adaptabilidad y conciencia de su entorno físico y mental.
Nuevamente nos asombra la capacidad del ser humano haciendo a un lado todos los obstáculos y condiciones que quieran limitar el avance y desarrollo del pensamiento.
Sin lugar a dudas, el niño sordo-ciego, tiene el sentido del  tacto como instrumento principal para iniciar su aprendizaje, que, con la combinación del olfato y el gusto, tiene de manera forzada qué avanzar para conformar su pensamiento y su conciencia de su entorno.  Aquí, el niño sordo-ciego en sus primeros meses o años de su vida agregará otro elemento que refuerza los sentidos del humano, y estamos hablando del instinto y la intuición, en dónde, por mucho más tiempo, vagará en un mar de confusión, pues su proceso de estructuración del pensamiento será definitivamente más largo por tener menos elementos de apoyo, aunque sabemos que al final el nivel del conocimiento quedará casi nivelado con los demás.
Para ello es necesario el compromiso de la familia, instituciones con adaptaciones en pasillos, baños y aulas con rampas y los avances tecnológicos correspondientes, así como también el desarrollo de programas pedagógicamente avanzados que faciliten el aprendizaje y el desarrollo de las capacidades de las personas ciegas y sordo-ciegas de nuestro país.
(Fin de la primer parte)

Deseo recordarles que no soy un profesional en la materia, mis estudios profesionales fueron en economía. Mi aportación es producto de la reflexión de mis 25 años de ciego y de la relación con personas con algún tipo de discapacidad.

José Alfredo Villaseñor Gómez
Coordinador de atención a discapacitados,
Dirección de Desarrollo Social
H. ayuntamiento de Empalme, Sonora.

Nacido el  26 de noviembre   DE 1958 en Empalme, Sonora        

9 comentarios:

  1. excelente articulo, mucho que aprender de esta discapacidad y sobretodo de la discapacidad extrema.. aqui estaremos esperando la segunda parte. exito y felicidades por permitirte aportar a esta sociedad un poco de tus conocimientos como una persona Ciega pero que a desarrollado y aprovechado al 100% sus capacidades.

    ResponderEliminar
  2. Que buen reportaje, el conocimiento de esta discapacidad nos da la sensibilidad de ver a estas personas con los mismos derechos y oportunidades que los demás ...

    ResponderEliminar
  3. buen articulo uno no se imagina la lucha día a día que esta incapacidad los reta, los vemos en la calle pero realmente no somos consientes como enfrentaron sus obstáculos para poder salir a la sociedad.

    ResponderEliminar
  4. excelente articulo para las personas que cuentan con una discapacidad

    ResponderEliminar
  5. excelente que se toque el tema, porque realmente no estamos sensibilizados a comprender su desarrollo y productividad en la sociedad en el que se vive.

    ResponderEliminar
  6. muy interesante como hay cosas que aprender de este tipo de personas

    ResponderEliminar
  7. Francisco Rodríguez7 de octubre de 2014, 16:05

    Muy buen artículo, son pocas las veces que nos ponemos a reflexionar sobre este tema y me hizo mirar a las personas con estas discapacidades desde una perspectiva muy diferente, saludos!

    ResponderEliminar
  8. que bien que nos aporte un poco de lo que viven por que nosotros nunca nos ponemos en su lugar

    ResponderEliminar
  9. Excelente articulo gracias por compartir tus experiencias con esa dispacidad, nos ayudas a entenderlos mejor y a ayudarles a darles una mejor calidad de vida !! Gracias y mucho exito

    ResponderEliminar