miércoles, 7 de enero de 2015

Incultura sin control

Un chiquillo de Huatabampo, de apenas tres años de edad, dejó de existir el lunes anterior. La causa de su deceso fue detallada por el reporte médico: tenía una bala alojada en su cabeza, consecuencia de la actitud criminalmente idiota de un desconocido que, accionando un arma de fuego al cielo, celebró la llegada del Año Nuevo. Su “alegría” provocó una tragedia y un dramático sufrimiento a una familia.
Hace apenas unos días comentaba que ocasionalmente siento que vivo en un mundo equivocado. Y creo que este sentir es de muchos que todavía queremos creer que los valores siguen prevaleciendo en medio de una sociedad literalmente convulsionada por el avasallante paso de la incultura, la falta de educación, la ignorancia, la violencia imparable y la descomposición familiar resultante de todo lo anterior.
La desobediencia a los llamados a la cordura, a la reflexión y al respeto es cosa de todos los días. A pesar del llamado previo de las autoridades advirtiendo sobre acciones legales sobre quienes “celebraran” el advenimiento de un año nuevo disparando armas de fuego, hubo imbéciles que lo hicieron. Les importó madre. Y hoy uno de ellos es el causante de la muerte de un niño inocente, miembro de una familia destruida por un pendejo que nunca recibirá un castigo legal a pesar de ser un asesino.
Pero este es solamente uno de los cientos y quizá millares de casos que a diario se observan en nuestra sociedad, donde el culto a la ignorancia y a todo aquello que huela a prácticas irracionales es ya tradición. Los padres permitimos que los hijos escuchen narco-corridos y se adentren en el mundo de la pornografía dándoles absoluta libertad en el uso de celulares con acceso a internet. Aún más, los motivamos a pervertir sus mentes con nuestra indiferencia hacia lo que están revisando en la red.
Hay padres que llegan enfurecidos a las escuelas a punto de agarrar a golpes al maestro o la maestra que tuvo la osadía de querer llamar la atención a su hijo, cuando éste le mentó la madre a su educador. Y lo más aberrante, que las autoridades educativas, dirigidas por gente con un criterio muy limitado, dan curso a las demandas en contra de maestros aun cuando estos finalmente resultaron ser las víctimas. Los chamacos advierten una victoria sin darse cuenta de la distorsión que provoca esto en sus mentes. En consecuencia, dentro de las escuelas el desorden crece sin control alguno.
Todos lo vemos, todos lo comentamos incluso, todos lo vivimos. Pero todos también permanecemos indiferentes mientras las mentes se siguen pervirtiendo. Y cuando alguien pretende ilusamente levantar la voz para pedir que se aplique el respeto, es la misma sociedad la que repudia el intento, enredada como está en un marasmo desconcertante y sin control en el que todos decimos que debemos rescatar los valores perdidos, pero no colaboramos para eso. Por el contrario, empujamos al mundo para que siga rodando.

Estamos mal… y vamos peor. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario