El hallazgo ocurrió en una
cueva de la Sierra Alta de Sonora
Nuevo Día
Hermosillo.- El hallazgo del entierro
de una mujer momificada al interior de una cueva de la Sierra Alta de Sonora,
realizó el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).
Por medio de un comunicado, se
informó que la excavación podría revelar detalles sobre su origen étnico y su
relación con la cultura Casas Grandes, los cuales se suman a hallazgos
recientes en distintos sitios arqueológicos de la Sierra Alta, lo que les
permite ampliar el conocimiento sobre la cultura Casas Grandes, destacó el
INAH.
Los estudios señalan que los
restos óseos podrían pertenecer a una indígena conversa, posiblemente una
curandera que falleció en el periodo colonial de Sonora y que fue llevada a
enterrarla con sus antepasados conocidos como los “Casas Grandes”, quienes se
asentaron en la región serrana del estado.
Júpiter Martínez Ramírez,
arqueólogo que registró el descubrimiento y titular del Proyecto Arqueológico
Sierra Alta de Sonora, indicó que este hallazgo confirma la continuidad de la
cultura Casas Grandes en la tribu desaparecida de los ópatas.
Precisó que el entierro fue
hallado en el interior de una casa prehispánica de adobe construida dentro de
una cueva de la Sierra Alta de Sonora.
“La mujer momificada de manera
natural fue colocada dentro de un petate, amordazada y con los brazos cruzados
sobre el pecho. La acompañaba una ofrenda compuesta por un recién nacido y una
olla que contenía atados de agave y hojas de maíz”, puntualizó el arqueólogo
del INAH.
Martínez Ramírez señaló que de
acuerdo con estudios realizados, el cráneo del menor estaba desarticulado en
cuatro partes, por lo que en un principio se pensó que se trataba de un
sacrificio, pero al analizar el acomodo de las secciones craneales se advirtió
que los restos fueron recuperados para ser colocados como parte de la ofrenda.
Destacó que los elementos
rituales del entierro femenino corresponden a los ópatas; sin embargo, el
acomodo de los brazos sobre el pecho es de índole cristiana, y portan una
especie de manga larga, no usual en indígenas.
Sobre la casa prehispánica, el
arqueólogo detalló que se trata de una construcción que corresponde al año 900
d.C., en tanto que el bebé y la cerámica asociada al año 1000 del periodo Viejo
de Casas Grandes (700 al 1250 d.C.), de acuerdo con la datación hecha
recientemente a los restos del infante.
Esta información hace suponer
una reutilización del espacio para enterrar a la mujer ópata acompañada de
elementos que se encontraban en la cueva desde esa época, con la intención de
darle sepultura con sus ancestros, comentó.
A esta investigación se suman
hallazgos recientes en distintos sitios arqueológicos de la Sierra Alta de
Sonora que ofrecen nuevas luces para explicar el origen étnico, hasta ahora
desconocido, de la cultura Casas Grandes.
“Los descubrimientos han
ocurrido dentro de una extensión de 10 mil kilómetros cuadrados de la vertiente
occidental sonorense, por mucho tiempo sin investigar, donde a la fecha se han
registrado 30 casas en acantilado y entre 40 y 50 asientos a cielo abierto.
Una de las conclusiones a las
que ha llegado el arqueólogo Júpiter Martínez es que las casas en el acantilado
no se edificaron de manera aislada como se pensaba, sino que forman parte de
los asentamientos a cielo abierto donde también se construyeron terrazas para
el cultivo del maíz, frijol y calabaza. Falta definir quienes vivían en las
cuevas y quienes en los espacios abiertos.
Además de que el material
orgánico hallado en las cuevas de la sierra de Sonora, subrayó, constituye un
tesoro de información invaluable que apenas comienza a considerarse en los
estudios arqueológicos de la cultura Casas Grandes.
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