En
días pasados, un agente de la policía preventiva municipal, cuyo nombre queda
en resguardo por razones entendibles, dejó entrever, a través de una simple
frase, la dramática realidad que enfrenta nuestro Municipio y quizá todos los
municipios del país. En tratándose del tema de la delincuencia común, la que
roba todos los días y a todas horas, sólo respondió: “ese problema ya nos
rebasó”.
El
oficial, de grado jerárquico importante, fue claro y contundente en la
conversación. El trabajo de la policía preventiva se vino abajo, y no
precisamente por voluntad propia. A excepción de quienes están en la
corporación y que gustan del dinero fácil, elementos de fácil ubicación como
auténticos servidores públicos, lamentan la situación actual, en la que, al
menos en una muy clara evidencia, las autoridades parecieran estar totalmente
del lado de quienes están peleados con la ley.
Y
lo describe claro y contundente: los agentes responsables de velar por la
seguridad de los ciudadanos, de manera constante arriesgan su integridad
física, inclusive su vida, cuando se trata de detener delincuentes. Todo
esfuerzo, riesgos y peligros a los que se exponen, queda en el cesto de la
basura cuando los maleantes son liberados, en cuestión de horas, por agentes
del Ministerio Público. Y lo peor de todo, con enemigos doblemente peligrosos
en la calle.
¿Cuáles
son las verdaderas razones por las que los agentes representantes sociales han
roto totalmente su compromiso de integrar las averiguaciones que lleven a un
justo castigo a los delincuentes? Salvo casos muy excepcionales, quienes
delinquen de manera frecuente y caen en manos de estos malos servidores
públicos, prácticamente tienen garantizada su libertad. Razones que algunos
encuentran son que llegan a arreglos económicos con estos, o que simplemente
los liberan para evitarse el exceso de trabajo.
Cualquiera que sea la razón, lo que han hecho los representantes sociales con esa falta de responsabilidad, ha sido estimular a la delincuencia a grados que hoy en día son realmente alarmantes. Ladrones que han sido sorprendidos en plena flagrancia, con suficiente aportación de evidencias, hechos contundentes, no son tomados en cuenta ya para la formación del consabido expediente, y antes bien, hoy es común que las víctimas resulten no solamente regañadas, sino hasta amenazadas por los miembros de la Policía Estatal Investigadora, que de esto último sólo tiene el membrete.
Cualquiera que sea la razón, lo que han hecho los representantes sociales con esa falta de responsabilidad, ha sido estimular a la delincuencia a grados que hoy en día son realmente alarmantes. Ladrones que han sido sorprendidos en plena flagrancia, con suficiente aportación de evidencias, hechos contundentes, no son tomados en cuenta ya para la formación del consabido expediente, y antes bien, hoy es común que las víctimas resulten no solamente regañadas, sino hasta amenazadas por los miembros de la Policía Estatal Investigadora, que de esto último sólo tiene el membrete.
Y
esa confianza que dan a la delincuencia, además de los insólitos cambios que
sufrió el Sistema de Justicia Penal, es que está convirtiendo a las ciudades
como Guaymas en pueblos sin ley, donde por responsabilidad directa de este tipo
de funcionarios corruptos, la gente cada día entiende más que llegará el
momento en que se tenga que hacer justicia por mano propia, ante la inutilidad,
no exenta de complicidad, de quienes están encargados de castigar a quienes
trasgreden la ley.
Es
de extrema urgencia, por parte de la Procuraduría General de Justicia en el
Estado, penetrar directamente a las agencias de los ministerios públicos y
hacer una revisión exhaustiva sobre la forma en que están mal desarrollando su
trabajo. Existe la plena certeza de que van a destapar cloacas muy pestilentes
y que hoy en día son el otro azote del ciudadano común. Porque por un lado está
el delincuente que cada vez se vuelve más osado, y por el otro, una
indiferencia absoluta de quienes están para protegernos, pero que finalmente
resultan cómplices del delito.
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