Soy de los convencidos de que, si bien el gobierno tiene la obligación de responder a las exigencias del pueblo que cumple cabalmente con sus contribuciones, los ciudadanos comunes también podemos hacer mucho --quizá muchísimo más-- para cambiar aspectos citadinos. Encerrarnos en ese círculo vicioso de la crítica constante, mordaz y a veces hiriente sin disponibilidad de colaborar, no nos coloca en el camino de una mejor estabilidad.
El caso es que paso constantemente por el Malecón Turístico, ahí donde una política --de no muy gratos recuerdos-- construyó una serie de espacios deportivos y de entretenimiento a los que ni siquiera se ha volteado a ver para buscarle un uso positivo. Lo que sí hacemos constantemente es retomar el tema (otra vez) de la crítica para referir las formas en que se construyó todo eso.
Hay una especie de pequeño auditorio al aire libre, en medio de unas rampas que se hicieron para patinaje y esas cosas, al que me gustaría un domingo cualquiera a llevar a mi grupo La Ruckeada y ofrecer algo de música a la gente que desee asistir, sin costo alguno. Lo único que se ocuparía, en todo caso, sería el financiamiento para el movimiento del equipo, que --yo pienso-- algún empresario, comerciante o particular, podría apuntarse de buena fe para eso. Sí, leyó bien: estoy pidiendo que alguien ayude para el movimiento del equipo de sonido. Nada tiene de malo.
Y se me ocurre que este evento podría servir para que instituciones como los asilos, orfanatos o cualquier otro tipo de grupos de beneficencia (DIF no, por favor), hicieran vendimias económicas para ayudarse al desarrollo de sus nobles tareas. Serían beneficios colaterales para el propósito inicial, que es el de llevar algo de entretenimiento gratuito a la gente, que al mismo tiempo estaría colaborando para cosas buenas.
No es posible que tengamos los recursos al alcance de nuestras manos y despreciemos la posibilidad de hacer algo por nosotros mismos. Todo es cuestión de iniciativas. Hemos dejado que el desorden, la diatriba y las diferencias nos ganen la batalla, pudiendo crear tantas cosas que al menos nos separen a ratos de las malas costumbres.
Y no salgamos, por Dios, que esto no es posible por la inseguridad. La presencia de delincuentes se da donde se practica la delincuencia, no donde se reúne gente con propósitos nobles. Dejémonos de buscar pretextos para decir no a todo.
¿Quién me sigue el rollo?
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