Porque no me gusta publicar
notas de corte policiaco y sobre todo por respeto a las familias, no comparto
la serie de videos que me llegaron por parte de algunas personas que pasaron al
lado de los cuerpos de quienes fueron asesinados de manera feroz e irracional
la tarde/noche de ayer domingo en el valle de Empalme.
Sin embargo, es importante
seguir insistiendo en un tema que cada vez más pocos traemos desde hace tiempo:
es necesario asumir todos, como sociedad, la responsabilidad que tenemos en los
casos cada vez más desquiciantes en que nos desarrollamos como comunidad. La
delincuencia, la sed de sangre, el instinto, está degradándonos a un nivel
inferior al que se da en la vida salvaje. Lo que sucede cada vez es más
terrible.
Ver entre los cuerpos regados
alrededor del auto atacado por sanguinarios sicarios, a un padre y un hijo en
un abrazo de muerte, es profundamente impactante. Al margen del inmenso dolor
que esto provocará el resto de sus vidas a los familiares de ambos, evidencia
la crueldad, la saña y sobre todo la impunidad con que se asesina hoy en día.
No hay versiones --hasta ahora--
que ubiquen a los hoy occisos revueltos con la delincuencia. Se dice que fue a
consecuencia de las diferencias que hubo tras las carreras de caballos al
cierre de las fiestas del poblado Santa María. Sabrá Dios cuál es la realidad.
La única verdad que nadie
puede cuestionar es la que estamos viviendo. Esa misma que a diario nos enseña
que hoy, quizá como nunca, estamos viviendo la peor etapa de sangre que ha
vivido el territorio mexicano desde que es país.
Con un comportamiento inculto
y agreste, con manchas de salvajismo, la sociedad mexicana no sabe cómo
enfrentar uno de sus principales cánceres.
Y esto, lamentablemente… va
para largo.
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