A mi amiga Sara:
Quizá sea el momento menos
oportuno para reiterarte mi amistad y la gran admiración que te tengo por ser
una mujer tan valiente y decidida como tú. Pero quiero hacerlo de nuevo.
Como me decía un viejo amigo, me
siento orgulloso de decir que soy tu amigo.
Y son los verdaderos amigos
los que están siempre en las buenas y en las malas. Y esta noche, me solidarizo
contigo ante la irreparable pérdida de tu señor padre, el maestro Reynaldo
Valle Pedroza. Ya pasé por estos momentos, por eso sé lo innecesarias que son,
en ocasiones, las palabras. Descanse en paz.
Lo de esta noche no tiene
absolutamente nada que ver con que hoy seas la presidenta de Guaymas ni que yo
sea un comunicador. Lo de hoy es un tema estrictamente de amistad. Y quien no
quiera entenderlo así, con profundo respeto le pido que no incurra en una
infamia opinando sandeces.
No faltará quien diga que si
para qué entonces lo hago público. Es sencillo. Porque para mí, presumir a mis
amigos no es un asunto de vergüenza. Me siento orgulloso del selectísimo grupo
de amigos que tengo. Y Sara es una de ellos. Ocultarlo sería torpe.
Sé que pasas en estos momentos
por un golpe similar al que la vida te dio al llevarse primero a tu señora
madre. Pero así como lo soportaste con estoicismo y un gran valor, también
superarás esta nueva prueba que Nuestro Señor te pone. Suena fácil decirlo. Ya
sé lo difícil que es intentarlo. Pero hasta para eso Dios nos da fuerza.
Conozco perfectamente tu forma
de pensar, y estoy convencido de que lo que hay haces por Guaymas no tiene nada
que ver con malas intenciones. Eso siempre lo defendió apasionadamente tu
padre. Me queda muy claro que así como entraste de nuevo a tu nuevo compromiso,
volverás a salir igual que aquel inolvidable abril del 99: con las manos
limpias.
Hemos discrepado en opiniones,
porque cada quien piensa y reacciona de acuerdo a sus ideales, y puedo estar en
desacuerdo contigo en decisiones que tomes, pero ante todo eres mi amiga, y
sabedor de la honestidad que existe en tu razón, no solamente la respeto, sino
además la defenderé siempre.
Te mando un fuerte y solidario
abrazo y mis mejores deseos de que la recuperación, el ánimo y la resignación
lleguen pronto. Será difícil, porque sé cuánto amas a tu padre. Pero también sé
que puedes. ¡Siempre puedes!
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