Soy de los que insiste en que
los hechos criminales que a diario se multiplican en Guaymas y Empalme, por lo
regular, involucran a personas que de alguna y otra forma están íntimamente
ligados al tema de las drogas, tanto en consumo como en distribución. En ese
aspecto, creo que ambas comunidades, en estos momentos, están pasando por una
crisis muy convulsiva en ese aspecto.
Algunas personas refieren el
tema de las víctimas colaterales en relación a hechos sangrientos, pero --salvo
casos muy excepcionales-- tenemos que aceptar que algunas de esas que lamentablemente
pueden ubicarse como tales, son personas que de alguna u otra forma estuvieron
relacionadas con gente de mal vivir. Sé que es cruel verlo de esa forma, pero
hay una realidad que no se puede negar.
Donde sí veo una enorme
cantidad de auténticas víctimas colaterales es en la ciudadanía común. Le
explico por qué: al margen de la impactante cantidad de asesinatos brutales que
a diario se cometen en Guaymas entre personas que tienen una actividad
delictiva común, está la también muy impresionante y creciente suma de asaltos
en negocios y la vía pública, robos de y en vehículo así como en casas
habitación, un tema que deriva directamente de la falta de un buen programa de
prevención del delito.
A casi tres meses que se diera
como plazo para ofrecer resultados tras el nombramiento de los comandantes de
formación militar para Guaymas y Empalme, las cosas no están --como pudiera ser
en el mejor de los casos-- igual que antes… están mucho peor.
Andrés Humberto Cano Ahuir y
Julio Alberto Hernández Cruz no están ofreciendo muchas esperanzas de proteger,
como es su obligación, la integridad física y material de los habitantes de los
dos municipios. La comisión de delitos como los ya mencionados se están
multiplicando y no se ve, hasta ahora, un resultado claro sobre programas de
prevención.
Claramente, la mayoría de
quienes incurren en ese tipo de delitos, son personas adictas a las drogas. Y
es ahí donde se da el caso de las víctimas colaterales, esas que son atacadas
por delincuentes comunes a quienes, por lo regular, ni siquiera se les toca con
el pétalo de una rosa.
¿También a ellos se les va “a
pedir la bola” por lo patético de sus resultados?
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