No es lo mismo estar
sugiriendo cada día, como comunicador que soy, que se queden en casa ante los
riesgos que representa andar en la calle y pescar en un descuido el virus ese
que está matando por miles a gente de muchos países del mundo, a que una
persona conocida te diga de repente: “estoy encerrada bajo estricta vigilancia
de Isssteson… soy sospechosa de ser portadora del coronavirus”.
Confieso que sentí un
temblorcillo recorrer mi espalda cuando mi amiga, cuyo nombre obviamente me
reservo, vía telefónica, me confió que tanto ella como su pareja, que
recientemente viajó fuera de la ciudad, resultaron ser sospechosos (no
comprobados, que quede claro) de portar el virus.
Obviamente me preocupé
bastante por su situación. Es buena amiga y además excelente persona. No hace
muchos días, una tía de Gaby y residente de Canadá, resultó positiva al virus,
al igual que su esposo. Mi esposa me
platicó la angustia, desesperación y miedo que percibió cuando platicó vía
telefónica con su tía. Su esposo fue el que más grave se vio. Los tres casos
que menciono ya van en recuperación.
A donde quiero llegar es a
que, a como pasan los días y se endurecen las medidas de prevención por parte
de las autoridad, más gente empieza a rebelarse, llegando incluso a reclamar al
gobierno la presunta inexistencia del virus. Las personas que no han dejado de
circular en las calles sin el uso de las más elementales medidas para evitar el
contagio, son las que encolerizan cuando son abordadas por un agente policiaco
que les pide retirarse a su casa. Y son los mismos que hacen proliferar los
miles de memes y supuestos comunicados que desmienten los riesgos de contagio
en las calles.
Si no hubiera visto yo tan de
cerca estos casos mencionados, es probable que pudiera también estar teniendo
algunas dudas. Una señora no hace muchos días me escribió, luego de que
publiqué la nota donde se informaba que ya iban cinco muertos en Sonora a causa
de la pandemia: “necesito verlos para creerlo”. En lo personal, ahora sí tengo
la certeza de que un virus circula por el mundo asesinando gente y contagiando
a millones.
Soy de los que tiene que salir
a trabajar desde muy temprano. Durante cuatro horas permanezco fuera de casa.
Salgo siempre con mi cubre-boca, tras haberme lavado bien las manos y el
rostro. Llego a la radio y me aplico el gel antibacterial que la empresa nos
instruye usar con constancia. Cuando me voy a retirar me vuelvo a asear y me
vengo a encerrar. Si acaso, salimos algún miembro de la familia a algún mandado
estrictamente necesario. Cuando regresamos a casa, nos limpiamos las suelas de
los zapatos y de nuevo las manos con agua y jabón o con gel. Ya se hizo rutina.
A mí sí me consta que hay
riesgos. En consecuencia, si los demás no quieren hacerlo, nosotros sí lo
haremos. No nos vamos a arriesgar porque hay gente que se burle de nuestras
prácticas, que esté vociferando contra el gobierno y que ande paseándose tan
tranquilos en la zona de riesgo que es la calle.
Porque además, dicho sea de
paso, la costumbre está resultando bastante positiva.
Buenas noches…
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