sábado, 16 de mayo de 2020

Algo no funciona...

Una infortunada presencia en el sitio menos indicado, terminó ayer con la muerte de un ex alcalde de Magdalena de Kino. Alfonso Robles Contreras fue un político muy apreciado en ese municipio, tanto que mereció en dos ocasiones la confianza de la gente para ser alcalde. También fue regidor, lo que evidencia, pues, que era un hombre de bien y confiable.
Su cuerpo y el de un acompañante fueron sacrificados muy lamentablemente al quedar en medio del fuego cruzado entre dos bandas de criminales en ese lugar. Fue un asesinato que, al margen del salvajismo atroz y un aterrador suceso, se convirtió en otra estadística más en relación a las muertes de inocentes en medio de la barbarie que existe hoy en el Noroeste de México.
Lo ocurrido en el municipio de Magdalena demuestra, como sucede también Guaymas y Empalme, que las cosas no están sirviendo de nada en materia de seguridad para el ciudadano común. El caso de nuestra región, por ejemplo, que observa diariamente la circulación de decenas, centenares de agentes policiacos de los tres niveles, cuya única tarea es llegar tarde al lugar donde ocurrieron las balaceras y colocar las cintas amarillas de prevención. Y aparte, regañar a la gente curiosa.
Los resultados de su trabajo son esporádicos y fortuitos. La cantidad de delincuentes capturados o abatidos no se equipara con la cantidad escandalosa de delitos que se están cometiendo a diario, lo que deja muy en claro que la capacidad para contrarrestar la tarea de los que están reñidos con la ley, es literalmente nula.
Los crímenes ya son parte cotidiana del movimiento citadino. Los asesinos ya ni siquiera se ocultan para cometer sus fechorías. Matan gente a tiros a plena luz del día y en calles y avenidas transitadas. Les importa un mísero cacahuate que los vean incluso tripulantes de patrullas policiacas en supuesta tarea de vigilancia.
Algo no sirve. Es urgente hacer un análisis interno sobre los operativos de seguridad, pero de una forma sincera y honesta. Lo que no sirva hay que quitarlo. La ciudadanía no puede seguir viviendo y conviviendo todos los días pisando los charcos de sangre regados por doquier, y haciendo como si no pasara nada.
Ya es demasiada la intranquilidad en la que vivimos.

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