Hay algo que no está funcionando
nada bien en materia de seguridad para guaymenses y empalmenses. A pesar de que
estamos “atascados” de elementos del ejército, de la marina, de federales,
estatales y municipales, la delincuencia “les está dando de comer en la mano” a
todas las corporaciones juntas.
Y diga usted si no: en un día
en que por las calles circulaban decenas de patrullas de todos colores y un
helicóptero sobrevolaba la ciudad, un grupo de delincuentes tuvieron el osado
atrevimiento de asaltar a mano armada un camión distribuidor de una empresa
refresquera, literalmente en las narices de todos los elementos --superiormente
armados-- habidos y por haber.
Los clásicos “levantones”,
incluso de un ex jefe policiaco, y las ejecuciones --también de policías-- se
están dando como si fuera tianguis. La delincuencia “trabaja” con una impunidad
absoluta, al grado de que hasta en el mismo corazón de la ciudad, a plena luz
del día y ante decenas de aterrados testigos, hacen vomitar balas de sus armas
para seguir segando vidas como si fuera un juego.
El famoso “código rojo”, que
hasta ahorita nadie sabe para qué malditos sirve, se activa con la misma
frecuencia con que los delincuentes se desaparecen como si fueran fantasmas. Si
bien se reconoce que se logró la captura de algunos de ellos en condiciones que
se antojan más circunstanciales que otra cosa, lo cierto es que la inmensa
mayoría de los hampones se les escabullen fácilmente a las docenas de policías
que circulan por todos lados y “nunca ven nada”.
Lo dicho: desde que Alfonso
Durazo Montaño ofreció “blindar” a esta región, las cosas se pusieron mucho
peor. La muerte aparece en cada esquina de ambas ciudades y mientras las
policías de los dos municipios ven jeroglíficos en sus programas de prevención,
las demás corporaciones evidencian un período vacacional vergonzoso. No
representan un gramo de confianza para el ciudadano preocupado por la ola de
violencia que nos acongoja.
Si bien es cierto el ciudadano
ajeno a cuestiones delictivas puede sentirse seguro en cuanto a no ser atacado
por manos criminales, el otro tema que frustra es el de la multiplicación de
robos en casas habitación, comercios y de vehículos, algo que se convirtió ya en
un jueguito simple para los delincuentes de ese “ramo”. Roban por todas partes
con la confianza absoluta de que no les va a pasar ¡nada!
Pandemia e inseguridad
mantienen a los habitantes de la región en constante insomnio, preocupación y
sobresalto. Esto no puede ni debe seguir así.
Las autoridades nos están
debiendo… y la deuda está creciendo.
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