A las dos de la tarde con
cuarenta minutos de este viernes, se cumplieron once años del inicio de la peor
tragedia infantil de América Latina, ocurrido en la capital sonorense. Un
incendio en la Guardería ABC empezó a apagar la terrorífica cifra de 49 vidas
de pequeños que, paradójicamente, se encontraban resguardados en su interior. Otros
más de cien quedaron con secuelas de por vida.
La infame catástrofe, que
trajo fatal desgracia a todas esas familias y una consternación dolorosa al
pueblo sonorense, marcó un antes y un después para nuestra entidad. Al margen de
que el infausto acontecimiento jamás podrá ser borrado de la historia de Sonora,
agregó otro hito: el final y el comienzo de una política que se pintó de negro --todavía
más-- tras el atroz acontecimiento.
Archivos plagados de millones
de hojas redactadas tras millares de declaraciones e investigaciones, ocultos
en los anaqueles de oficinas oficiales, darían fe de la increíble impunidad con
que se trató el brutal hecho. Y surgieron nombres de “familias de abolengo”
involucradas en el tema, para quienes las autoridades en turno han dado siempre
un “trato especial”. Ahí aparecían apellidos incrustados en los gobiernos
federal y estatal de esos tiempos. Jamás se les tocó ni con el pétalo de una
rosa. A la cárcel fueron a dar los menos culpables, comprobado esto tras su
absolución.
Son pues, dos las tragedias
que se recuerdan de ese fatídico 5 de junio de 2009. La primera, la más dura,
la más triste y lamentable, la horrible muerte de 49 pequeños que apenas iban
conociendo la vida (“los corazoncitos de los niños se detenían al no soportar
el dolor en sus cuerpecitos”, dijo entonces una inconsolable doctora de los
muchos que se multiplicaban para atender la enorme tragedia), y la otra, la
corroboración de que en México, la justicia se aplica de acuerdo a las
posiciones sociales.
¡Descansen eternamente en paz!
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