Ayer domingo, la Secretaría de
Salud en Sonora, dentro de su reporte diario, informó de 32 nuevos casos de
coronavirus en Guaymas y 4 más en Empalme. Un par de días atrás, el propio
titular de la dependencia habría advertido sobre la posibilidad de un rebrote
en la entidad, consecuencia muy lógica si nos ponemos a pensar que, a partir de
haberse informado que los porcentajes de contagio iban a la baja, los
sonorenses “nos volvimos la bichi”.
El reciente fin de semana,
según reportes de residentes de San Carlos y Miramar, fue una locura, casi
cercana a la demencia. Centenares de personas inundaron los balnearios de ambos
sectores guaymenses, sin cubrir ni la más elemental medida de seguridad para
evitar contagios, en este caso, el uso de cubre-bocas. La gente echó al cesto
de la basura toda recomendación, y se fue a divertir olvidándose totalmente de
la pandemia. Es sumamente probable que en 15 días, los casos reportados ayer,
desgraciadamente, se multipliquen.
Hace unos días me ocurrió un
hecho bastante lamentable. Íbamos llegando a casa mi esposa y yo, e
inmediatamente tras nosotros se estacionó un taxi. Un sobrino, a quien adoro
como si fuera mi hijo y a quien tenía semanas sin ver (por cierto, aferrado a
su incredulidad sobre la existencia del Covid-19), bajó jubiloso del carro y
vino corriendo, como siempre acostumbra, a darme un abrazo y un beso.
Antepuse mi codo para
saludarlo, pero me lo hizo a un lado y quiso abrazarme. Le pedí (casi le rogué)
que no lo hiciera. “No seas simple, tío”, me dijo mientras trataba a toda costa
de abrazarme. Sin embargo, cuando se dio cuenta de que yo no lo iba a permitir,
encolerizó, se subió a su carro y se fue extremadamente molesto conmigo. Creo
que más que molesto, iba sentido, decepcionado, y claro, también muy enojado.
Quiero tanto a mis sobrinos
como a mis hijos. Me sentí muy mal y más mi esposa cuando le comenté lo que
pasó. Pero ambos coincidimos en que haberlo permitido, a mis 61 años, pudo
haberme puesto en un riesgo LETAL de contagiarme y también a mi familia. Igual
pude haberlo contagiado yo a él si acaso soy portador del virus. Muy
tristemente para mi esposa y yo, mi querido sobrino no entiende, no razona y NO
RESPETA a quienes tratamos de preservar nuestras vidas cuidándonos en exceso de
un posible contagio.
Esto es muy difícil, lo sé.
Pero desafortunadamente, ha sido esa irresponsabilidad en nuestro
comportamiento lo que está regresando el alza de casos, y creo que si las cosas
siguen igual, muy pronto estaremos regresando al semáforo naranja, y en un
descuido, nos brincamos otra vez al rojo. Simplemente, porque nos seguimos
burlando del virus que mantiene presencia en Sonora.
Esta maldita pandemia ya se
llevó a amigos míos, entre ellos a mi inolvidable y llorado Ventura Cota
Borbón. La tía Ana Figueroa sucumbió al criminal virus y muchísimos conocidos
más se han ido como consecuencia del contagio. Infortunadamente, la terminación
de la pandemia descansa en los seres humanos, en los sonorenses, en los
guaymenses y los empalmenses.
Pero está advertido, de que va
a ser nuestra PINCHE IRRESPONSABILIDAD lo que nos va a seguir llevando a la
tumba sabrá Dios a cuántos más.
Así no creo que podamos
descansar en paz.
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