lunes, 14 de septiembre de 2020

Ayer domingo, la Secretaría de Salud en Sonora, dentro de su reporte diario, informó de 32 nuevos casos de coronavirus en Guaymas y 4 más en Empalme. Un par de días atrás, el propio titular de la dependencia habría advertido sobre la posibilidad de un rebrote en la entidad, consecuencia muy lógica si nos ponemos a pensar que, a partir de haberse informado que los porcentajes de contagio iban a la baja, los sonorenses “nos volvimos la bichi”.

El reciente fin de semana, según reportes de residentes de San Carlos y Miramar, fue una locura, casi cercana a la demencia. Centenares de personas inundaron los balnearios de ambos sectores guaymenses, sin cubrir ni la más elemental medida de seguridad para evitar contagios, en este caso, el uso de cubre-bocas. La gente echó al cesto de la basura toda recomendación, y se fue a divertir olvidándose totalmente de la pandemia. Es sumamente probable que en 15 días, los casos reportados ayer, desgraciadamente, se multipliquen.
Hace unos días me ocurrió un hecho bastante lamentable. Íbamos llegando a casa mi esposa y yo, e inmediatamente tras nosotros se estacionó un taxi. Un sobrino, a quien adoro como si fuera mi hijo y a quien tenía semanas sin ver (por cierto, aferrado a su incredulidad sobre la existencia del Covid-19), bajó jubiloso del carro y vino corriendo, como siempre acostumbra, a darme un abrazo y un beso.
Antepuse mi codo para saludarlo, pero me lo hizo a un lado y quiso abrazarme. Le pedí (casi le rogué) que no lo hiciera. “No seas simple, tío”, me dijo mientras trataba a toda costa de abrazarme. Sin embargo, cuando se dio cuenta de que yo no lo iba a permitir, encolerizó, se subió a su carro y se fue extremadamente molesto conmigo. Creo que más que molesto, iba sentido, decepcionado, y claro, también muy enojado.
Quiero tanto a mis sobrinos como a mis hijos. Me sentí muy mal y más mi esposa cuando le comenté lo que pasó. Pero ambos coincidimos en que haberlo permitido, a mis 61 años, pudo haberme puesto en un riesgo LETAL de contagiarme y también a mi familia. Igual pude haberlo contagiado yo a él si acaso soy portador del virus. Muy tristemente para mi esposa y yo, mi querido sobrino no entiende, no razona y NO RESPETA a quienes tratamos de preservar nuestras vidas cuidándonos en exceso de un posible contagio.
Esto es muy difícil, lo sé. Pero desafortunadamente, ha sido esa irresponsabilidad en nuestro comportamiento lo que está regresando el alza de casos, y creo que si las cosas siguen igual, muy pronto estaremos regresando al semáforo naranja, y en un descuido, nos brincamos otra vez al rojo. Simplemente, porque nos seguimos burlando del virus que mantiene presencia en Sonora.
Esta maldita pandemia ya se llevó a amigos míos, entre ellos a mi inolvidable y llorado Ventura Cota Borbón. La tía Ana Figueroa sucumbió al criminal virus y muchísimos conocidos más se han ido como consecuencia del contagio. Infortunadamente, la terminación de la pandemia descansa en los seres humanos, en los sonorenses, en los guaymenses y los empalmenses.
Pero está advertido, de que va a ser nuestra PINCHE IRRESPONSABILIDAD lo que nos va a seguir llevando a la tumba sabrá Dios a cuántos más.

Así no creo que podamos descansar en paz.

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