No dudo ni tantito que Alfonso Durazo Montaño tenga toda la intención del mundo de hacer una campaña de acercamiento, de contacto directo (a pesar de la pandemia), de diálogo y todo el etcétera que usted le quiera agregar. Qué bueno si así es.
Pero no sería mala idea para
sus estrategas que instruyeran en el mismo sentido a todo el séquito que
integra su equipo de campaña, para que se evitaran hechos como el de esta tarde
de viernes, en que un sujeto impidió de manera prepotente a reporteros y otros
invitados (entre ellos a María Dolores del Río) pasar al interior de edificio
que albergará el Conservatorio de Música.
El candidato “morenista” al
Gobierno de Sonora fue a conocer el interior de la magnífica obra, y de entre
las cosas muy buenas de su visita, fue el compromiso que hizo con Javier
Ballesteros López y demás miembros de la Fundación “Fray Ivo Toneck” para, en
caso de llegar a ser mandatario, emprender todo lo que sea necesario para la
conclusión del edificio y que empiece a funcionar como la universidad de la
música que se pretende ahí.
Todo hubiera estado muy bien,
previo al evento pro-pandemia que se hizo en la Plaza de los Tres Presidentes.
El negro en el arroz fue la actitud del tipo de marras, cuyo nombre desconozco,
que aún cuando el señor Durazo es un candidato más, ya se siente seguramente el
futuro Secretario de Gobierno, a decir por la actitud déspota y altanera con la
que trató a los medios de comunicación, casi dándonos con la puerta en las
narices para impedirnos el paso.
Pero lo más cobarde de su
petulante acción, fue tratar de salir del paso diciendo que la orden para negar
el acceso fue de la dirección del conservatorio. ¡Vaya cretino! Pero por
supuesto que me apresuré a desmentir al mentiroso de marras.
Regularmente, son los “chambistas”
(los que se meten a las campañas en busca de chamba) los que contaminan el
trabajo de los aspirantes oficiales.
La sugerencia es que cuiden
más ese tipo de acciones de tontos que se toman atribuciones antes de tiempo.
Fuimos varios los reporteros que, después de semejante grosería, optamos por
retirarnos del resto de las actividades del señor Durazo.
Y ni ganas de volver a otra
visita.
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