Seguí de cerca la campaña de proselitismo de la maestra Sara Valle Dessens, cuando en 2018 buscaba de nuevo la alcaldía de Guaymas, amparada por Morena y PT.
No solamente remarcó la historia que empezó a escribirse en 1997, cuando se convirtió en la primera mujer en ganar la presidencia de Guaymas, sino que de paso, abrumó a sus contendientes con alrededor de 33 mil votos a favor.
No sólo colocó la cifra en un
alcance que desde ahora será un reto a superar en los procesos que vengan, sino
que además lo consolidó superando la cantidad de votos que aquí tuvo el mismo
Andrés Manuel López Obrador, entonces aspirante presidencial.
Bien. En uno de sus
compromisos de campaña, Sara dijo que quienes llegaran al Ayuntamiento junto
con ella, trabajarían solamente los tres años reglamentarios. Es decir,
concluida su tarea como alcaldesa, toda esa gente regresaría a sus ocupaciones
habituales antes de trabajar para el gobierno.
Ahora que Sara quedó fuera de
la posibilidad de reelegirse como alcaldesa (que de haberlo logrado hubiera
establecido un récord muy difícil de alcanzar), empezó a trabajar en la
depuración de personal que contrató al inicio de su administración, a la cual se
comprometió.
A nadie se engañó. Quienes en
ese tiempo confiaron en Sara, sabían que era un trabajo sólo de tres años. Ese era
uno de los compromisos que todos ellos asumieron.
Sin embargo, ante lo inminente
de sus respectivas salidas al término de la administración, traicionan la
confianza depositada y deciden ir a apoyar a quienes tienen posibilidad (lean
bien, todavía no ganan el proceso electoral) de llegar al nuevo gobierno, en
aras de asegurar su permanencia en la nómina del municipio. Eso es deslealtad y traición.
La suciedad política que
evidencia Morena en los actuales tiempos electorales, contaminados como están
por la presencia de advenedizos, de gente sin escrúpulos, aprovecha el
cumplimiento a un compromiso hecho en la campaña anterior para dejar una
administración no solamente sin problemas laborales, sino además con finanzas
saneadas.
Así las cosas con la “nueva
generación” de “morenos”.
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