Recibida la invitación en la forma habitual de la era moderna, es decir, vía internet, para asistir al I Informe de Guillermo Padrés Elías como Gobernador de Sonora, creo que es una oportunidad de estar ahí y, aunque no se busque precisamente hacerlo, ver las diferencias que seguramente saltarán a la vista en comparación con la forma en que, todavía el año anterior y a pesar de los sucesos recientes, se acostumbraba rendir culto al jefe estatal.
Alguien me dijo no hace muchas semanas, que Padrés Elías podrá haber perdido todo, menos la sencillez, y a mi me queda claro que así es. Apenas anoche alguien me platicaba que había acudido con un “amigo” que se había acomodado en una dependencia pública para pedirle su ayuda a una gestión necesaria, y que el individuo se había hecho el desconocido. Bueno, esta persona no sabe todavía que el actual mandatario sonorense tiene estrictamente prohibido tratar a la gente “con la punta del pié”, porque su política de trabajo así la está aplicando.
“Cuantas veces tengas la oportunidad de platicar con él, háblale como lo hacías antes de que fuera Gobernador de Sonora. A él no le gusta que le den un trato distinto a como era antes”, me dijo la misma persona, en el entendido obviamente que la convivencia lógicamente ya no puede ser igual. Sin embargo, en su misma sencillez, Padrés Elías se encarga de romper dudas con la clásica palmada en la espalda.
Esto seguramente podrá sorprendernos a muchos. La costumbre hasta antes del 5 de Julio era de que al Señor Gobernador, el que (por fortuna) ya se fue, había que rendirle culto cual si se tratara de un dios. La arrogancia era lo clásico, y pobre de aquel que se atreviera a reprochar siquiera con una mirada un mal trato. Las consecuencias llegaban más pronto de lo que se pudiera uno imaginar.
No lo digo yo… lo dicen los hechos. Guillermo Padrés llegó a cambiar políticas y lo está haciendo. Y quienes no entiendan que los tiempos pasados hay que sepultarlos, pues… tendrán que irse también.
CON profunda pena me entero de la muerte del Licenciado Guillermo Yépiz Rosas. Si en Guaymas hay personas de las que se puede hablar bien, el conocido Notario Público fue uno de ellos.
Platiqué con él hace unos tres meses. Lo vi decaído, sí, pero con mucho ánimo en su conversación. Ahí encerrados en sus siempre confortables oficinas de la calle 15, las de la Notaría número 13, acompañado de la Licenciada Leticia Uribe, charlamos largo y tendido. Su clásica conversación, muy seria pero al mismo tiempo salpicada de detalles agradables, nos llevó a tener un encuentro relajador.
Lo siento sinceramente. Fue de la gente que, si le hubieran dado una oportunidad seria dentro de la política, se habría comportado como los muy escasos que entienden que en el servicio público también se puede ser honesto. Nunca lo dejaron llegaron, a pesar de que significó siempre una garantía de honorabilidad.
Saludo con sentido afecto a su familia y les deseo que pronto el Señor les traiga el bálsamo de la resignación.
¡Dios lo bendiga siempre, licenciado!
Buen viaje!
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