domingo, 19 de diciembre de 2010

¡Un sueño terrible!

Anoche tuve un sueño terrible: estaba por la avenida Serdán, donde según el sueño, el pariente Gilberto Avilés había cambiado su carreta de tacos. Mi familia estaba en la acera de enfrente y el tráfico era intenso y en consecuencia muy lento. En un auto blanco tipo Impala (¡qué moderno, no?) viajaban cuatro jovenzuelos. Se veía que iban muy pasados de copas… o de otra cosa.
En sentido contrario, rumbo al oriente, venía una patrulla con dos elementos a bordo. A poco de pasar a un lado del auto blanco, el chofer de éste empezó a accionar el claxon insistentemente, y a gritar para apurar el tráfico. Entonces los patrulleros empezaron a “reversear” quizá para cuestionarlos sobre su proceder. La respuesta del sujeto, según mi sueño, fue brutal para el policía que manejaba la unidad: “¿qué quieres, hijo de tu p… madre?” (Qué sueño tan majadero, no?)
En eso, el mismo sujeto empieza a dar vuelta en “u” amenazando al patrullero “¿quieres problemas, hijo de p…?”. El policía chofer hizo lo mismo, y entonces todos empezamos a correr en distintas direcciones. No tardó mucho en darse una nutrida balacera cuyos resultados no veíamos porque ya habíamos ido a protegernos. En mi sueño, alguien me dijo que los policías llevaban la peor parte.
Ocurrieron otras cosas en mi sueño, pero ya ve como son a veces tan absurdos. El caso es que cuando salimos a la calle vimos la patrulla despedazada por los impactos de armas seguramente de grueso calibre, y un camión de carga hecho giras. Al rato desperté todavía con la sensación del pavor vivido. Pensé en la gente que reside en los sitios donde los enfrentamientos a tiros son ya cosa común. Sentí el miedo que seguramente viven cada vez que se escucha el “traqueteo” de las poderosas armas que usan delincuentes y ejército. Y también me di cuenta de que, aunque los guaymenses vivimos en un lugar apacible en cuanto a hechos de esta naturaleza, no podemos sentirnos tranquilos al enterarnos diariamente lo que pasa en nuestro país.
Hace unos días, conversando con unos amigos, tratábamos de llegar a una conclusión común: ¿realmente fue buena idea haber tratado (como asegura Felipe Calderón Hinojosa, Presidente de México) de enfrentar a la delincuencia y terminar con el indiscriminado tráfico de drogas en nuestro país? ¿No hubiera sido mejor que hubieran seguido haciendo impunemente de las suyas los delincuentes pero que las calles estuvieran limpias de tanta sangre como se derrama hoy en día? ¿O realmente tendrá todo esto un final feliz?
Aún con la presunta lucha emprendida por el Gobierno Federal, no han logrado en lo más mínimo inhibir ni el consumo ni la venta de drogas. Si el propósito gubernamental era reducir las adicciones, el fracaso salta a la vista, porque ocurre en la misma o mayor medida, con la diferencia ahora de que las calles están regadas de muertos, muchos de ellos inocentes que cayeron abatidos por la guerra que enfrenta México en estos momentos, precisamente a 100 y 200 años de otros hechos históricos.
Es urgente hacer un análisis profundo de los resultados que todo esto ha arrojado, porque a corto ni mediano plazo se ve que las cosas vayan a mejorar. Antes bien, los sucesos se muestran cada día peor, con una saña inaudita de parte de quienes cometen los crímenes, y una respuesta tan brutalmente asesina de las autoridades que ya no se sabe a quién hay que tener más miedo.
México no está en condiciones de seguir soportando una situación así. Bastante tenemos con la espantosa cuestión económica para todavía estar arriesgando nuestras vidas en el diario andar por nuestras calles.
El Gobierno está obligado a dar tranquilidad al pueblo. Quizá Calderón Hinojosa tenga las mejores intenciones de ofrecernos una mayor y mejor seguridad. Me atrevo a decir que no lo dudo. Pero con buenas intenciones no nos evita el peligro de estar en cualquier momento en un fuego cruzado criminal. Y es tanto el temor que sentimos todos los mexicanos, que ya hasta en sueños vivimos momentos de terror derivado de lo mismo.
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Una terrible explosión sacudió las instalaciones de Pemex en un lugar de Puebla. El número de muertos es impresionante. A las 2 de la tarde de este domingo se contabilizaban por lo menos 27 personas fallecidas. Una descomunal tragedia.
Lo peor es que investigan si el siniestro fue consecuencia de una toma clandestina en una tubería de la empresa. Si se comprueba, una vez más México quedará en vergüenza ante los ojos del mundo, porque se corroboraría que es un país tan atascado de corrupción que la muerte de 27 personas en Pemex por una explosión, de 49 pequeñines en una guardería de Sonora por un incendio y los miles de muertos en la guerra contra el narco, valen madre… hay que seguir siendo corruptos.
¡Qué “orgullo”!

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