jueves, 26 de abril de 2012

Candidatos y consumo de drogas…


Por: Víctor O. Fonseca Jacques
Literalmente inmersos en las jornadas electorales, no he visto hasta ahora a un candidato que tenga un planteamiento específico respecto a un grave problema que, quizá como nunca, está enfrentando la sociedad mexicana en sus distintos niveles: el excesivo consumo de drogas.
Todos los días reviso la información general, y me llama la atención los reportes diarios del ámbito policiaco: jóvenes detenidos con porciones de drogas (mariguana, “cristal”, cocaína). Las edades de los chamacos varían desde los 13 a los 20 años de edad. Muchos de ellos son estudiantes, hijos de familias de buen vivir, incluso trabajadores responsables. Su problema en común es su adicción.
Casos concretos: hace unos días, en la avenida 10, un grupo de jovencitos de una secundaria cercana se trenzaron a golpes, algunos de ellos se armaron con piedras de buen tamaño y presuntamente uno traía una navaja. En los rostros de algunos de ellos era evidente que su estado no era normal. Sus ojitos rojos, chapeteados en exceso (y no precisamente por una buena alimentación) y lo peor de todo: hombres y mujeres.
Otro: hace unas semanas vi un vehículo propiedad de una empresa de grúas de la localidad. Dos jóvenes empleados iban a bordo, y se detuvieron en un lugar donde presuntamente se venden enervantes. Los muchachos llegaron, adquirieron lo que buscaban y se retiraron. Me pasaron por un lado. No los conozco, pero vi que no pasan de los 25 años. La confianza que les da su patrón al darles trabajo y poner un carro a su disposición la pagan consumiendo drogas a bordo del vehículo.
En Empalme, se ha vuelto común que grupos de agentes policiacos se enfrenten a golpes a pandillas de cholos, muchachos que en algunos casos con trabajo llegan a los 15 años de edad, totalmente enloquecidos por su indiscriminada adicción a las drogas, principalmente al “cristal”. Algunos de ellos se arman con machetes o cuanto fierro tengan a su mano y amenazan con matar a los agentes. Hasta ahora no han logrado su propósito. Dios guarde la hora que ocurra algo así.
Su absoluta dependencia a las drogas, lleva hoy en día a muchos muchachos a convertirse en cómplices de otro tipo de delincuentes: los propietarios de las llamadas “chatarreras”, donde se compra por toneladas artículos robados sin que NINGUNA autoridad le dé importancia al caso. A estos establecimientos llegan por decenas muchachos con protecciones de ventanas, tuberías de cobre, puertas de fierro, herramientas y cuanto puedan robar para obtener dinero que usan en adquirir más droga. El gobierno da libertad absoluta para que ahí a diario se cometa un delito sin que pase absolutamente nada.
En las escuelas, secundarias y preparatorias, se ha vuelto algo literalmente tradicional, la presencia de muchachos que no van a estudiar, sino a ser los distribuidores de drogas entre alumnos que también dependen de su consumo. Los maestros, asustados ante el criminal incremento en las adicciones, ya prefieren hacerse “de la vista gorda”. Intentar algo para corregirlo los pone en peligro hasta de muerte.
Y en medio de este terrible cáncer social, ningún candidato ha dicho hasta ahora qué solución específica daría a esto. Revise los discursos de cada uno de ellos. Nadie habla en relación al consumo de drogas. Andrés Manuel dice que hay que legalizarlas. Josefina que irá con todo contra la delincuencia. Enrique, que hay que leer un libro para enterarse, y el Quadri no encuadra todavía una buena propuesta. Nadie habla de cómo prevenir a la juventud sobre el consumo de estupefacientes. ¿Porqué?
Un padre de familia preocupado por blindar a su hijo en contra de los envenenadores, no ve en las propuestas electorales algo que lo haga confiar en que este asunto tiene visos de solución. Y si esa preocupación es la mayor, entonces no le dará mucha importancia a ir a depositar un voto el primero de julio, simple y sencillamente porque es mucho más importante estar al pendiente de los chamacos que ir a apoyar a alguien que ni siquiera sabe lo que quiere para sí mismo.
Alguien tiene que decirles a los candidatos que hay que enfrentar ese problema. Quien haga planteamientos específicos sobre el tema podría recibir un voto de confianza.
¿Quién dijo yo?

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