Contrario al objetivo principal en estos casos, que es el de llegar al ánimo del electorado, el arranque oficial de las campañas de los candidatos a la Presidencia de la República a través de los medios de comunicación, y en particular de la televisión, ha provocado más rechazo que aceptación, sobre todo cuando se ataca sin piedad con los spots proselitistas el desarrollo de un programa de entretenimiento.
Empiezan a tomar forma las conversaciones de grupos relacionados con el desarrollo de las campañas políticas, y en lo particular me llamó la atención la opinión de un par de amigos que ni siquiera entran en los porcentajes de indecisos: “no voy a votar por ninguno, porque siento que nadie representa lo que a México realmente le conviene para tener una mejor perspectiva como Nación”.
Y es que en realidad las campañas de quienes aspiran a la primera magistratura del país no tienen cambios que puedan considerarse distintos a los de años anteriores, y más aún, que representen una esperanza contundente para los mexicanos y mexicanas. Son más de lo mismo, con mensajes que, en muchos casos, para haber sido fielmente copiados de los demagógicos discursos de antaño.
De Gabriela Quadri de la Torre no hay mucho que decir. Un monigote controlado por la enquistada lideresa del sindicato magisterial Elba Esther Gordillo Morales que lo único que representa son los intereses ambiciosos de esta mujer. Al tipo nadie lo conoce, pero es necesario para mantener la presencia de un partido que, como Nueva Alianza, es uno más de los absurdos políticos de México.
Enrique Peña Nieto es el clásico candidato emanado del PRI que miente sistemáticamente en su discurso en el afán de convencer que es la mejor opción para el país. El mensaje del candidato priísta está impregnado de las promesas falsas de sus antecesores, y busca convencer al electorado, sobre todo al femenino, con su innegable cara bonita, apoyándose en uno de los mejores negocios políticos que ha hecho: su esposa Angélica Rivera Hurtado, una de las más famosas actrices de estos tiempos.
De Andrés Manuel López Obrador se está recibiendo literalmente lo mismo que hace seis años, con la actual diferencia de que hoy evidencia obsesión por ser Presidente de México, como le ocurrió en su momento a Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano. Su brusco cambio, de ser hace seis años un rebelde acusador de todo lo malo de los gobiernos panistas y priístas y hoy un “humilde” candidato que desea un gobierno amoroso, todavía no logra convencer, y antes bien, hizo enojar a miles de sus aguerridos seguidores, más acostumbrados a la arremetida antes que a la propuesta.
Josefina Vázquez Mota va de mal en peor. Su torpe campaña ha puesto en estado de suma alarma al gobierno panista y a su indeciso equipo de campaña. Lejos de defender la tarea que ha hecho Felipe Calderón Hinojosa, pareciera más empeñada en ubicarlo como el peor presidente que ha tenido el país, y a su favor solo exhibe un discurso cargado de propuestas aberrantes, como haber dicho que fortalecerá el lavado de dinero. Su torpeza se compara ya a la evidente ignorancia cultural de Enrique Peña Nieto, su contrincante.
En el tiempo que resta de las campañas federales, y al inicio de las campañas locales, un aspecto debe ser elemental para los partidos políticos: sus candidatos deben hacer trabajo de convencimiento al electorado, porque a como se observa el panorama en estos momentos, México podría hacer historia en cuanto a la reducida participación de la gente en las urnas electorales.
El desánimo invade en estos momentos a quienes debieran estarse preparando para votar, y es más evidente en la impresionante cantidad de gente que ni siquiera fueron a renovar su credencial de elector. Desde ahora saben que no podrán participar en el proceso, y antes que sentirse mal por eso, lo ven como algo totalmente indiferente.
El abstencionismo se advierte en este 2012 como una sombra que podría darle un cambio, sí, a nuestro México… pero un cambio más terrible aún.
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