jueves, 30 de agosto de 2012

La perruna persecución de Tomás Yarrington Ruvalcaba, ex gobernador de Tamaulipas, literalmente por todo el mundo, y los manejos turbios que se suscitaron durante el gobierno del DF en los tiempos de Andrés Manuel López Obrador recientemente puestos al descubierto, no son más que pequeños síntomas de lo que sigue siendo la política en México: una auténtica porquería.
Acusan a Yarrington Ruvalcaba de nexos con el narcotráfico, y sólo hasta ahora, como consecuencia muy política, es que las autoridades se deciden a ejercer acción en su contra. Curiosamente, cuando el señor hacía de las suyas de manera cínica y descarada, no había quien le pusiera atención. Es otra “víctima” de la pelea entre los partidos políticos en el afán de descubrirse unos a otros sus mañosadas.
Los mexicanos tenemos que entender que seguimos siendo rehenes de un grupúsculo de delincuentes que, a pesar de la angustia que recorre los millones de hogares de las clases populares, siguen viendo en su participación política la forma de enriquecerse, sin intención real de resolver los problemas más críticos del país. Y estamos hablando del color que usted guste y mande.
Dígame usted si no: senadores y diputados que ganan no menos de cien mil pesos mensuales (en ocasiones hasta dos veces más), y que desde la tribuna de las salas legislativas elevan su voz vigorosa y firme acusándose mutuamente de la situación de pobreza extrema en que se encuentra millones de mexicanos. ¿Cuántos de ellos estarían dispuestos a renunciar a su millonario sueldo para apoyar a esa gente en verdadera desgracia?
En tanto en el Congreso de la Unión y la Cámara de Senadores hay abrazos y sonrisas por el arribo de sus nuevos miembros, en la mayor parte de los hogares mexicanos hay abrazos de desesperación y angustia porque no se cuenta ni siquiera con lo más elemental para adquirir los diarios alimentos. De ese tamaño es la brutal realidad en nuestro país.
Es difícil creer que un día en México las cosas van a cambiar si seguimos con ese estilo de hacer política. Resulta hasta risible creer que nadie sabe dónde está Yarrington Ruvalcaba y que nadie se dio cuenta que el “Peje” también hacia sus truculencias cuando jefe de gobierno del DF. Esto forma parte de un circo muy barato para hacer creer que se aplica correctamente la justicia, pero mientras se siguen buscando más formas de enriquecer a manos llenas a quienes están bien metidos en la práctica política.
Priístas que recuperan el poder para favorecer económicamente a sus huestes. Panistas que del Gobierno hicieron su mejor negocio, copiando fielmente las prácticas tricolores. Perredistas que critican las formas de gobierno, pero algunos de cuyos miembros ganan billetes a puños gracias a los beneficios de las “pluris”. Petistas que han aprendido a ganar dinero sin trabajar, y “verdes” que se obsequian unos a otros los cargos públicos para seguir “mamando de la ubre” presupuestal. ¡Qué chulada!
Y mientras el pueblo, que se joda. Que siga viendo el circo que protagonizan unos y otros simulando ser parte de la solución del país, pero hinchando cada día más sus cuentas bancarias. Esa es nuestra triste realidad.
Y lo peor es que las perspectivas son tan pobres. Arriban a las cámaras gentes que, como Ana Gabriela Guevara, no saben si tomarán protesta como senadores o diputados. La velocista llegó rauda a la cámara de diputados a ocupar su curul, olvidándose que lo que le regalaron fue una senaduría. De ese nivel tenemos políticos en México. La muchacha utilizó muy bien su fama para entrar también al sucio pero productivo negocio de la política.
¡Arriba la Revolución!

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