La Diva de la Banda en México fallece en accidente aéreo; consternación en todo México
MONTERREY.— Era un día intenso para Jenni Rivera en Monterrey: concierto, conferencia y regreso en la madrugada al Distrito Federal para estar anoche en la semifinal del programa “La Voz, México”, cita a la que ya no llegó.
Jenni Dolores Rivera Saavedra, de 43 años, murió ayer en un accidente aéreo en el que también viajaban Arturo Rivera Saavedra, Mario Macías, Jacob Llenares y Gerardo N., además de los pilotos Miguel Pérez y Alejandro Torres.
Jenni y sus acompañantes salieron del aeropuerto de la ciudad Monterrey, a las 3:30 horas, pero el avión Lear Jet 25 con matrícula N345MC de Estados Unidos, construido en 1969 y propiedad de la empresa Starwood Management, perdió contacto con el radar de la torre de control a las 61.8 millas al noreste de Monterrey, en las coordenadas 24,45,50 N y 99,52,18 W.
Un pastor que buscaba unos animales se topó con los restos de la aeronave en la que viajaba “La Diva de la banda” en el municipio de Iturbide, en Nuevo León, confirmó el alcalde José Antonio González.
El alcalde de la localidad informó que el testigo le avisó por teléfono celular sobre el hallazgo de la avioneta. El edil reveló que los restos de la aeronave fueron ubicados en el rancho El Tejocote, a unos 15 kilómetros de la cabecera municipal.
La Secretaría de Comunicaciones y Transportes (SCT) informó a las 17:04 horas de ayer que personal de la Dirección de Protección Civil del gobierno del Estado de Nuevo León detectó en un sobrevuelo indicios de una aeronave en el Rancho El Tejocote del Ejido La Colorada, en el Municipio de Iturbide, Nuevo León.
El secretario de Comunicaciones y Transportes (SCT), Gerardo Ruiz Esparza, confirmó que se trataba de la nave de Jenni Rivera y la confirmación: “La aeronave quedó totalmente fragmentada. La información que tenemos es esa, no hay un solo sobreviviente”.
Pero sobrevive su carrera de 20 años y deja huella en la música grupera.
Una Diva del Pueblo
Apropiándonos del célebre lema de don Fernando Marcos, hagamos dos editoriales en cuatro palabras para Jenni Rivera: “Una artista de verdad” y “Una maga del marketing”. Que cada quien elija el suyo, tanto fans como detractores.
Algunos incrédulos que pertenecían al segundo grupo se pasaron al primero el 2 de noviembre pasado, Día de Muertos, cuando vieron por vez primera a Jenni en el Auditorio Nacional, su último concierto en el coloso de Reforma. Esa noche se dieron cuenta que ella no sólo era una maga del marketing, también una artista de verdad.
El Auditorio Nacional lleno hasta el reloj, para hablar en términos taurinos, y ella cortando orejas y rabo en medio del delirio colectivo. Muchos cantantes llenan ese recinto pero pocos mantienen una permanente carga de electricidad tan intensa, con un público que no se sienta tres horas y media.
Algo así no se logra sólo con chismes de la vida privada, aunque Jenni se daba vuelo en ese sentido ante su público.
El “duro y contra ellos” no sólo estaba dentro de las canciones sino también en las alusiones personales. El 2 de noviembre le llovió en su milpita al gran pelotero Esteban Loaiza, ex pitcher de los Yanquis de Nueva York, su ex pareja, a quien surtió bien y bonito. En un momento dado, con mímica, ella tomó un bat y se voló la barda.
Dentro de su discurso supuestamente feminista, la agresión a los varones en general era básico y se podría sintetizar en dos títulos de sus canciones: “Se las voy a dar a otro” y “La mentada” (con repetidos “vas y chin… a tu madre”). Y la manera como la festejaban las damas era impresionante; ellas ocupaban tres cuartas partes de las butacas, y los hombres el resto, pero éstos no decían ni pío en ese mitin porque no tenían ni voz ni voto.
Aquí hagamos un alto y digamos lo más importante en torno a Jenni Rivera: era una gran cantante, sin lugar a dudas. De esas que enchinan la piel porque sí tenía una voz muy potente y se vaciaba al interpretar temas que le salían no del corazón (para qué más que la verdad) sino de las vísceras y órganos sexuales. Desde su peculiar frondosidad exudaba el tipo de erotismo que “mata” a un porcentaje amplio de mexicanos.
Dirigida inicialmente a un público afecto a la música de banda, Jenni “cachaba” (para usar un término beisbolero) admiradores con otro tipo de gustos, sobre todo con su último disco, Joyas prestadas (2011), que incluye hits de otras intérpretes como “Detrás de mi ventana” (Yuri), “Lo siento mi amor” (Lupita D’Alessio), “Como tu mujer” (Rocío Dúrcal), “A que no le cuentas” (Ednita Nazario), “Resulta” (Lucha Villa).
Jenni era una síntesis de Paquita la del Barrio, la D’Alessio, Lucha Reyes y, por qué no decirlo: “La Tesorito”. Y todas esas influencias las supo asimilar y crear un estilo propio, inconfundible, muy comercial. Por eso, el constante Je-nni-Je-nni-Je-nni-Je-nni-Je-nni aún retumba en el Auditoro Nacional y en el corazón de quienes la veían como su Juana de Arco, La Diva Grupera.
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