jueves, 20 de marzo de 2014

¿Justicia equivocada?

Es difícil. Muy difícil.
Cualquier familia caída en desgracia por el acontecimiento de uno de sus miembros, analizará las cosas de acuerdo a como considere las cosas justas para su pariente. No es regla escrita. Es simplemente una reacción muy natural.
La Ley tiene sus recovecos, a veces indescifrables para quienes no la conocemos como los abogados o estudiosos de ella. Y en esos oscuros rincones es donde existen los atenuantes para aquellos que, sin planearlo y mucho menos haberlo hecho intencionalmente, terminan con la vida de otra persona.
En casos como estos, que apenas un abogado puede explicarnos más a detalle para poder entenderlo, la Ley protege de alguna manera al responsable involuntario del deceso de otra persona. Y no es que la Ley esté precisamente mal, sino que existe la figura de “homicidio culposo”. Es decir, sí mató, pero no es que haya querido hacerlo. Y en ese sentido, se contempla la libertad de la persona causante de la pérdida de una vida human. Es completamente diferente a un crimen premeditado, vaya.
Obviamente, y vuelvo aquí a la naturaleza del familiar de la persona fallecida, este nunca entenderá entonces cómo es que la Ley puede amparar a quien le arrebató el ser querido. Y ninguna justificación, explicación o razonamiento será válido para aceptar que el responsable pueda quedar en libertad. ¿Cómo aceptar que no esté tras las rejas quien nos impidió seguir gozando de la compañía del ser amado? Resulta literalmente imposible.
Y bueno, sin dejar de reconocer que en ocasiones los influyentismos sirven para dar celeridad a las cosas, no olvidemos que ha habido personas que no pertenecen precisamente a la clase alta y que han salido también de prisión después de una situación similar. Recordemos el caso del hombre que, en su viejo carro y ahogado en alcohol, chocó a una motocicleta donde viajaba otro hombre y su hijo de apenas tres años, quien murió de manera lamentable en el percance. Al hombre, perteneciente a la clase baja, la Ley lo dejó también en libertad. Fue su propio sentimiento de culpa lo que posteriormente lo llevó a la muerte.
Toda pérdida duele. Quienes hemos perdido a un ser querido sabemos lo que es el dolor que deja su partida. Y hay ocasiones que hasta con Dios nos molestamos por la forma en que dispuso de sus designios. Pero solo Él sabrá siempre por qué recoge en ocasiones a las personas de manera tan abrupta, sorpresiva y quizá hasta cruel. ¿Alguien se atreve a cuestionarlo?
Estos casos más bien habrían de ponernos a pensar a nosotros, padres, sobre la manera en que permitimos a nuestros hijos comportarse como mejor les parezca en la calle. Pero lejos de asumir nuestra responsabilidad, preferimos ignorar las cosas hasta que algo malo sucede.
Las desgracias no avisan, y como bien lo dijo Klemen, en casos como estos, son dos las familias que caen en desgracia.

Así son las cosas a veces tan difíciles de entender.

No hay comentarios:

Publicar un comentario