miércoles, 6 de mayo de 2015

Columna Contraportada

¿En qué momento los guaymenses permitimos que se nos escapara de la mano todo aquello que nos daba certeza económica y prestigio a nivel internacional? ¿En qué momento nos peleamos con la historia y abrimos paso a la incultura? ¿En qué momento dejamos que nos robaran el derecho a ser una ciudad en progreso general? ¿En qué momento?
En los setentas, cuando empezaba a despertar al interés por las cuestiones sociales y dejaba atrás mi niñez, mi padre se dedicaba a la reparación de radios, televisiones y todo tipo de aparatos eléctricos. Su tallercito, “Radio Servicio Edison”, estaba siempre lleno de consolas, abanicos y hasta tostadores de pan. Eso le permitía cierta bonanza, suficiente para tener su carrito y nuestro refrigerador con comida suficiente.
Contiguo funcionaba el Restaurant “El pan-pan”, donde siempre había comensales, y los parroquianos inundaban el “Gambrinus Bar”. Yo me iba al Súper MZ (Mercados Zaragoza) donde trabajaba de empacador, y tan sólo por meter una bolsa de jabón a una bolsa, cualquier señora me daba, como mínimo, un peso. Había días felices en que me traía hasta 40 o 50 pesos de propina, y me iba a “hacer cola” para comprar unos tacos de carne asada en “El Novillo”.
Había dinero circulante en Guaymas y la región. Los barcos regresaban con muchas toneladas de camarón y la industria naval estaba en su máximo auge a través de los talleres de Conagusa. La todavía tímida “industria sin chimeneas” en San Carlos advertía que el turismo iba en repunte. Había varios trayler-park con decenas de “trailas” con estadounidenses de la tercera edad que se quedaban hasta seis meses aquí gastando el dinero proveniente de sus pensiones.
En el otro aspecto, los ya antiguos edificios que circundan el llamado “Centro histórico” tenían un uso específico. Algunos albergaban oficinas bancarias. Otros funcionaban como escuelas. En estas últimas, los muchachos cumplían de manera solemne con las ceremonias cívicas, y los maestros les inculcaban el más profundo respeto a los mayores, además de orientarlos sobre la forma de cómo desarrollarse para ser buenos ciudadanos en un futuro.
Durante las ceremonias del 13 de Julio, fecha en que Guaymas escribió historia con letras de oro en 1854, se abanderaban las instituciones y se ofrecían ceremonias cívicas en medio de un profundo fervor ciudadano. En Septiembre, los vítores dirigidos por el alcalde en turno eran coreados a un solo grito por entusiastas ciudadanos en recuerdo de los héroes de Independencia, y los desfiles de la Revolución Mexicana mostraban cuadros dignos de las mejores estampas.
Se construía el Auditorio Cívico hoy “Fray Ivo Toneck” y el Aeropuerto Internacional. Todavía a principios de los noventas se pavimentaba el bulevar “Benito Juárez” y el par vial de las avenidas 5 y 6. El emblemático Cine Terraza era el mejor sitio para que los enamorados acudieran a ver una película o las familias a disfrutar de las llamadas Caravana “Corona”.
Mucho de eso se esfumó como pompa de jabón. Hoy, si bien tenemos desarrollo que en parte depende de las ambiciones económicas de los políticos en turno, hay puntos donde pareciera que el tiempo se detuvo. Ahí están la Plaza de Armas “13 de Julio”, el viejo edificio del antiguo Banco de Sonora y varias calles del corazón de Guaymas. El abandono en que están es inconcebible y un atentado al progreso de nuestra ciudad.
Los jóvenes hoy en día ignoran qué se celebra el 13 de Julio y desconocen las más elementales reglas del verdadero civismo. Creen que el 5 de Mayo es día en que no hay clases porque…. ¡porque sí! Incluso titubean para responder cuando les preguntan qué se conmemora el 24 de febrero, pero sí te dan inmediatamente la fecha en que se presentará un cantante de corridos en el malecón.
Hoy el conformismo nos invade, y optamos por divertirnos con el programa de Laura Bozo o pelearnos con los demás en los programas de radio. ¿Progreso de Guaymas? No sabemos qué será eso, y optamos por seguir la inercia en torno a que el conservatorio de música tapará la vista de la bahía, tan sólo porque nos dará flojera caminar hasta el malecón para tener un mejor panorama de ésta.

Ni modo, diría el profe…

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