Cada vez está más cerca el
cambio de poderes, tanto en Gobierno estatal como en municipios, y en Guaymas,
asalta de manera natural la duda sobre el futuro que tenga nuestra ciudad y sus
inmediaciones con un alcalde de origen panista y una gobernadora que fue
postulada por el PRI. Y el temor tiene sustento, por el tipo de política que se
sigue practicando en nuestro país.
Con una propuesta bien hecha,
construida con proyectos viables y de buena intención, pero además con una
breve trayectoria en el quehacer público que permitió advertir un trabajo
decente en el manejo de recursos públicos, Lorenzo De Cima Dworack ganó el
proceso electoral y el derecho a ser el próximo alcalde guaymense. Su imagen
bonachona y su forma afable de ser completaron el cuadro.
El recuento de votos arrojó
por otra parte la victoria para Claudia Artemisa Pavlovich Arellano, de raíces
priístas, quien ofreció a los guaymenses un trabajo limpio y honesto pero
además productivo para la colectividad en sus momentos de candidata. El
sustentado temor de los ciudadanos del puerto
Lorenzo De Cima. |
Esto podría empezar a escribir
una historia complicada para los siguientes tres años, en los que el futuro
Presidente municipal remaría contra la corriente en la búsqueda de recursos
para apoyarse en su trabajo a favor de Guaymas, teniendo en cuenta que
carecería del apoyo estatal y también del federal, donde el priísta Enrique
Peña Nieto y su gente son los que deciden a dónde se mandan los dineros
públicos.
¿Qué podemos esperar los
guaymenses?
Si el Gobierno del Estado a
cargo de la señora Pavlovich define su rumbo de manera política, es posible que
Guaymas tenga un grave retroceso en su desarrollo (ojalá fuera sólo
estancamiento), pagando así la costosa factura que implica no haber aportado
votos de manera mayoritaria para la causa tricolor. Es decir, las venganzas
políticas volverían a dejar sus
Claudia Pavlovich. |
Pero si tanto la próxima
gobernadora como el alcalde por venir
cumplen con la palabra empeñada de trabajar en beneficio de todos,
haciendo a un lado compromisos y ataduras políticas, podríamos tener al menos
una tímida esperanza de que a Guaymas podría no irle tan mal como se supone a
estas alturas.
Los guaymenses queremos pensar
que, a estas alturas, ambos están tratando de concertar una cita para
entrevistarse y ver de qué forma van a actuar cada quien en el sitio que le
corresponderá en breve.
Si ninguno de los dos lo
intenta, sabremos entonces que la clase política sigue siendo la basura de
siempre.
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