martes, 14 de julio de 2015

Quedará Municipio inseguro…

Comentaba en días pasados que si bien el alcalde Otto Guillermo Claussen Iberri se esmeró en pavimentar calles en lugares hasta donde no urgía tanto, hay algunos rubros en los que nos va a quedar a deber a los guaymenses, y entre uno de estos figura lo del alumbrado público. Pero hay otro más en el que el pendiente que deje será más grande: la seguridad pública.
El pasado fin de semana, me tocó agregarme a la estadística del robo de acumuladores de auto. Al modo, fue al amparo de la oscuridad que provoca la falta de alumbrado suficiente, y ante la total ausencia de patrullas previniendo delitos en pleno centro de la ciudad. Los ladrones, con toda la tranquilidad del mundo y abusando del sueño reparador (que después de esto se acabó), cometieron el ilícito.
Al día siguiente lo comenté con los vecinos. Grande fue mi sorpresa al enterarme de que a uno de ellos ya le robaron en dos ocasiones la batería y un auto estéreo. A otro más, le “ganaron” con un espejo lateral de su auto. Es decir, finalmente yo había corrido con suerte en tratándose del carro, porque ya son varias cosas (sillas, llantas y más) que se han llevado del porche de la casa.
Unos agentes que se acercaron mientras revisaba el carro me comentaron que a las chatarreras no van a dar las pilas, “porque tienen estrictamente prohibido comprarlas”. Cuando notaron mi sonrisa irónica, sólo guardaron silencio. Ellos tampoco creen la versión emanada de los jefes policiacos. Y las víctimas tampoco creemos que no estén enterados de quienes cometen, con toda libertad y cinismo del mundo
En materia de prevención del delito, la presente administración dejará mucho que desear. Hoy en día, somos millares de guaymenses los que hemos sufrido el ataque del delincuente común, que ante la ineficacia policiaca, ha hecho de su ilícita práctica su mejor negocio, el que finalmente viene a satisfacer necesidades baratas, como el consumo de drogas y alcohol. Y lo peor es que cuando se llega a capturar a uno de esos malandrines, los ministerios públicos se encargan de liberarlos al siguiente día para no tener “exceso” de trabajo.
Haber permitido la permanencia de un jefe que, como Francisco Vidaurrázaga Soto, ya vio pasar sus mejores años como policía (lamentable que tras una buena carrera laboral, en los estertores de esta las cosas vayan tan mal), ha resultado terrible para los guaymenses. No solamente somos víctimas indefensas de los rateros. Aparte los elevados costos que esto provoca incrementan el problema y la frustración, la impotencia de no contar con autoridades que sirvan para protegernos.
Y más allá de todo esto, la insolencia con que nos trata la autoridad misma, al difundir noticias mentirosas, como la mentada prohibición a las chatarreras de comprar pilas y otros productos del hurto. Lo cierto es que mientras permanecieron clausuradas, la estadística de robos de baterías y metales descendió drásticamente. Ni modo, fue información oficial. Ahora que las reabrieron, los robos “volvieron a la normalidad”, aún con la prohibición de marras. Imaginemos ahora que no se los hubieran prohibido.

Es curioso: falta de alumbrado e inseguridad. Esto casi lleva a pensar que pavimentaron calles para facilitar la huida a los delincuentes.

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