martes, 14 de mayo de 2019

Honestidad juvenil


En estos tiempos, en que los valores morales parecen haber sido totalmente aniquilados, en que las nuevas generaciones parecieran haber borrado de sus hábitos palabras como respeto, honestidad, integridad y rectitud entre muchas otras, surgen hechos que intentan “dar vuelta a la tortilla” y demostrar que, a pesar de tanta podredumbre social, todavía hay quienes han aprendido de sus padres a ser ejemplo de decencia y honradez.
El medio informativo regional de mayor penetración digital hoy en día, Opinión Sonora, daba cuenta anoche de un hecho que, para muchos en la actualidad, pudiera parecer insólito y hasta injustificable (sí, aunque usted se niegue a creerlo). Un joven guaymense se percató de que un hombre dejó abandonada una cartera que contenía diez mil pesos en efectivo. El chamaco se esperó a que regresara la persona, le entregó su cartera y se fue sin esperar siquiera el agradecimiento.
Los mismos familiares del distraído hombre fueron los primeros sorprendidos. Daban por perdido su dinero, y no daban crédito a que fuera precisamente un joven quien les regresara la tranquilidad sin haber tocado un solo peso del contenido de la cartera olvidada. Y más todavía, que ni siquiera hubiese insinuado una recompensa por su nobilísima acción. Cumplido su gesto honrado, el jovencito se retiró sin identificarse.
La incultura actual llevará seguramente a que una cantidad enorme (lamentablemente) de compañeros, amigos, quizá hasta familiares, del honesto muchacho, critiquen su acción y lo tilden de tonto o calificativos mucho peores. El “agandalle” es una práctica común en la rutina social actual, y no se concibe que alguien pueda hacer un valiente favor a quien lo necesite si ni siquiera la conoce. Vaya, nos perjudicamos hasta al interior de nuestras familias.
En este caso, debiéramos asumir el actuar del muchacho como un ejemplo a seguir para recomponer, muchos de nosotros, nuestro comportamiento. Las críticas en contra sólo “pintan” a la persona que las haga como parte de esa escoria social que quisiéramos muchos que desapareciera, desgraciadamente en medio de infructuosos esfuerzos.
Nuestro respeto y admiración a ese desconocido joven y a sus seguramente orgullosos padres, que deben sentir la satisfacción del deber cumplido como tales.

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