En estos tiempos, en que los
valores morales parecen haber sido totalmente aniquilados, en que las nuevas
generaciones parecieran haber borrado de sus hábitos palabras como respeto,
honestidad, integridad y rectitud entre muchas otras, surgen hechos que
intentan “dar vuelta a la tortilla” y demostrar que, a pesar de tanta
podredumbre social, todavía hay quienes han aprendido de sus padres a ser
ejemplo de decencia y honradez.
El medio informativo regional de
mayor penetración digital hoy en día, Opinión Sonora, daba cuenta anoche de un
hecho que, para muchos en la actualidad, pudiera parecer insólito y hasta
injustificable (sí, aunque usted se niegue a creerlo). Un joven guaymense se
percató de que un hombre dejó abandonada una cartera que contenía diez mil
pesos en efectivo. El chamaco se esperó a que regresara la persona, le entregó
su cartera y se fue sin esperar siquiera el agradecimiento.
Los mismos familiares del
distraído hombre fueron los primeros sorprendidos. Daban por perdido su dinero,
y no daban crédito a que fuera precisamente un joven quien les regresara la
tranquilidad sin haber tocado un solo peso del contenido de la cartera
olvidada. Y más todavía, que ni siquiera hubiese insinuado una recompensa por
su nobilísima acción. Cumplido su gesto honrado, el jovencito se retiró sin identificarse.
La incultura actual llevará
seguramente a que una cantidad enorme (lamentablemente) de compañeros, amigos,
quizá hasta familiares, del honesto muchacho, critiquen su acción y lo tilden
de tonto o calificativos mucho peores. El “agandalle” es una práctica común en
la rutina social actual, y no se concibe que alguien pueda hacer un valiente
favor a quien lo necesite si ni siquiera la conoce. Vaya, nos perjudicamos
hasta al interior de nuestras familias.
En este caso, debiéramos
asumir el actuar del muchacho como un ejemplo a seguir para recomponer, muchos
de nosotros, nuestro comportamiento. Las críticas en contra sólo “pintan” a la
persona que las haga como parte de esa escoria social que quisiéramos muchos
que desapareciera, desgraciadamente en medio de infructuosos esfuerzos.
Nuestro respeto y admiración a
ese desconocido joven y a sus seguramente orgullosos padres, que deben sentir
la satisfacción del deber cumplido como tales.
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