sábado, 11 de enero de 2020

Descuido criminal

Leo esta mañana una nota en un diario de circulación nacional que dice que, en un comunicado fechado el 4 de octubre del año pasado, la directora del plantel de Torreón, donde ocurrió un ataque armado por parte de un chamaco de 11 años que dejó muertos a su maestra y a él mismo, notificó a la supervisora de la zona escolar correspondiente, la negativa de los padres de familia para que a sus hijos se les revisaran las mochilas al llegar a la escuela.
El documento indica que “algunos padres de familia manifestaron su inconformidad sobre la revisión de la mochila, ya que ellos las checan diariamente”, decía el documento de marras, que agregó que a los padres no les pareció que “personas ajenas” hicieran la revisión, y de paso, porque “las condiciones de nuestra comunidad no requieren su aplicación”, rezaba el documento.
Hoy, la mayor parte de esos mismos padres de familia lamentan amargamente el sangriento suceso protagonizado por un niño queriendo brincar a la adolescencia, porque saben el peligro de muerte al que estuvieron expuestos los demás integrantes de esa población infantil. La rebeldía paterna tuvo influencia en este doloroso drama.
Vivimos en medio de una sociedad totalmente incongruente con su comportamiento. Reclamamos a grito abierto al gobierno por los niveles tan alarmantes de inseguridad que vivimos en cada ciudad, pero al mismo tiempo somos la “mejor” industria de los futuros delincuentes, al someter a nuestros hijos a un brutal descuido que, cuando nos lleva a un lamentable final es cuando empezamos a lamentarnos.
Hay que aceptarlo, reconocerlo y reaccionar, que es lo más difícil. Son muy pocos los padres que hoy en día están al pendiente del desarrollo y comportamiento de los hijos. La gran mayoría, bajo la burda e irresponsable justificación de “yo sé lo que tengo” y “mis hijos no son igual a los demás”, además de pelearnos hasta a los golpes con aquellos que intentan corregir su vulgar educación, no aceptamos que somos nosotros mismos los causantes directos de lo que hoy se vive en materia de inseguridad.
¿Por qué razón usted apoya a quienes rechazan tajantemente que a la entrada de las escuelas se revise la mochila de sus hijos? ¿Por qué le quitó usted al maestro la intención de educar a sus hijos en lo que usted no ha sido capaz de educarlos? ¿Por qué insistimos en tratar a los mentores como sujetos obligados a enseñar a leer a nuestros hijos pero sin permitirles ir un poco más allá cuando los chamacos se comportan como animales?
No nos hagamos tontos ni busquemos pretextos inútiles. Hoy, los padres del chamaco asesino y suicida, seguramente están lamentando no haber permitido que a su hijo le revisaran la mochila. Hoy no estarían enfrentando esta descomunal tragedia que –cuidado-- puede ocurrir en la misma escuela a donde está acudiendo su hijo o su hija.  

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