miércoles, 4 de mayo de 2022

 

Ayer, una amiga me envió un video realmente aterrador. Aunque las redes mencionaban que los hechos ocurrieron en Hermosillo, más tarde quedó claro que fue en alguna colonia de la fronteriza Tijuana. Al modo, ya sabe usted lo que pasa en Facebook y demás novedades.

Una mujer sacaba su vehículo de la cochera de casa. Un hijo estaba --presuntamente-- al interior de la unidad. Por alguna razón, cuando el auto tenía la mitad fuera del estacionamiento, la mujer descendió. Frente a ella, un sujeto paseaba aparentemente en una bicicleta.

Repentinamente, el desconocido aventó su liviana unidad y subió al auto encendido. Un tanto desconcertado se metió de nuevo a la cochera ante los gritos despavoridos y horrorizados de la mujer pidiendo auxilio y colocándose temerariamente a espaldas del carro tratando inútilmente de que se lo llevaran.

El delincuente salió violentamente en reversa, la mujer volvió a ponerse frente al carro con el grave riesgo de que la atropellara, y el infame y ruin ladrón huyó con rumbo desconocido llevándose al pequeño. Al fondo se escuchan también los aullidos de un perro, quizá impotente por no haber podido defender a su ama.

Según la versión que se maneja, hasta el momento nada se sabe del carro… ni del niño.

Aquí en Guaymas, una residente publicó en sus redes, en medio de una profunda tristeza, el robo de su vehículo. Por ahí alguien comentó que recién lo había adquirido, quizá con múltiples sacrificios y gran esfuerzo. La unidad pasó a ser propiedad ilegal de quienes impunemente se han dedicado a robar carros en Guaymas y Empalme con una tranquilidad inaudita.

Espere… no es el único carro que se han robado. Ya van varios. Y según datos, ¡muchos! Y todo esto pasa, mi querido lector, en las narices de las decenas (¿centenares quizá?) de policías federales, guardias nacionales, agentes de la AMIC y policías de la Municipal Preventiva.

Sí, de esos mismos que circulan por parvadas en las calles de la ciudad en apantalladores convoyes, armados hasta más allá de los dientes, pero que no han tenido la más mínima capacidad de evitar esos mega-descarados atracos.

Uno se los encuentra por todos lados, hasta por los rincones de los más recónditos barrios y arrabales, pero increíblemente JAMÁS están en las inmediaciones de donde llegan los roba-carros y hacen de las suyas. Aunque hay que reconocer, que siempre atienden “oportunamente” una hora después del reporte por el delito cometido.

No, no… ¡no!

Esto que está pasando no está bien. No puede estar bien. Hay gente en Guaymas y Empalme que están desde hace rato con un nudo en la garganta por la rabia acumulada, la impotencia, la frustración y el dolor de haber sido víctimas de los malandrines y con escasísimas posibilidades de recuperar la parte del patrimonio que la delincuencia les quitó.

Insisto: hay muchos proyectos para Guaymas y Empalme. Que ahí viene ya la desaladora, dicen. Que la zona portuaria tendrá un repunte histórico, cuentan. Que concluirá el problema de la pestilencia citadina por las fugas de aguas negras… que no se ha reducido nada a pesar de que tienen las calles “a corazón abierto”.

Que harán. Que seremos. Que lograrán. Ok. Sí… ¡clap clap!... ¿y el asunto de la seguridad, chingado?

Cuídese, amigo y amiga lectores. Cuídese usted, porque de la parte oficial es poco o casi nada lo que podemos esperar en cuestión de nuestra integridad, tanto física como patrimonial.

Lo demás, que nuestro gobierno siga anunciando… con cargo a su conciencia, como dice el Joaquín.

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