Ayer, una amiga me envió un video realmente aterrador. Aunque las redes mencionaban que los hechos ocurrieron en Hermosillo, más tarde quedó claro que fue en alguna colonia de la fronteriza Tijuana. Al modo, ya sabe usted lo que pasa en Facebook y demás novedades.
Una mujer sacaba su vehículo
de la cochera de casa. Un hijo estaba --presuntamente-- al interior de la
unidad. Por alguna razón, cuando el auto tenía la mitad fuera del
estacionamiento, la mujer descendió. Frente a ella, un sujeto paseaba
aparentemente en una bicicleta.
Repentinamente, el desconocido
aventó su liviana unidad y subió al auto encendido. Un tanto desconcertado se
metió de nuevo a la cochera ante los gritos despavoridos y horrorizados de la
mujer pidiendo auxilio y colocándose temerariamente a espaldas del carro
tratando inútilmente de que se lo llevaran.
El delincuente salió
violentamente en reversa, la mujer volvió a ponerse frente al carro con el
grave riesgo de que la atropellara, y el infame y ruin ladrón huyó con rumbo
desconocido llevándose al pequeño. Al fondo se escuchan también los aullidos de
un perro, quizá impotente por no haber podido defender a su ama.
Según la versión que se
maneja, hasta el momento nada se sabe del carro… ni del niño.
Aquí en Guaymas, una residente
publicó en sus redes, en medio de una profunda tristeza, el robo de su
vehículo. Por ahí alguien comentó que recién lo había adquirido, quizá con
múltiples sacrificios y gran esfuerzo. La unidad pasó a ser propiedad ilegal de
quienes impunemente se han dedicado a robar carros en Guaymas y Empalme con una
tranquilidad inaudita.
Espere… no es el único carro
que se han robado. Ya van varios. Y según datos, ¡muchos! Y todo esto pasa, mi
querido lector, en las narices de las decenas (¿centenares quizá?) de policías
federales, guardias nacionales, agentes de la AMIC y policías de la Municipal
Preventiva.
Sí, de esos mismos que
circulan por parvadas en las calles de la ciudad en apantalladores convoyes, armados
hasta más allá de los dientes, pero que no han tenido la más mínima capacidad
de evitar esos mega-descarados atracos.
Uno se los encuentra por todos
lados, hasta por los rincones de los más recónditos barrios y arrabales, pero
increíblemente JAMÁS están en las inmediaciones de donde llegan los roba-carros
y hacen de las suyas. Aunque hay que reconocer, que siempre atienden “oportunamente”
una hora después del reporte por el delito cometido.
No, no… ¡no!
Esto que está pasando no está
bien. No puede estar bien. Hay gente en Guaymas y Empalme que están desde hace
rato con un nudo en la garganta por la rabia acumulada, la impotencia, la
frustración y el dolor de haber sido víctimas de los malandrines y con
escasísimas posibilidades de recuperar la parte del patrimonio que la
delincuencia les quitó.
Insisto: hay muchos proyectos
para Guaymas y Empalme. Que ahí viene ya la desaladora, dicen. Que la zona
portuaria tendrá un repunte histórico, cuentan. Que concluirá el problema de la
pestilencia citadina por las fugas de aguas negras… que no se ha reducido nada a
pesar de que tienen las calles “a corazón abierto”.
Que harán. Que seremos. Que
lograrán. Ok. Sí… ¡clap clap!... ¿y el asunto de la seguridad, chingado?
Cuídese, amigo y amiga
lectores. Cuídese usted, porque de la parte oficial es poco o casi nada lo que
podemos esperar en cuestión de nuestra integridad, tanto física como
patrimonial.
Lo demás, que nuestro gobierno
siga anunciando… con cargo a su conciencia, como dice el Joaquín.
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