Bien. Se cumplió con el propósito y fueron miles los que
salieron a las calles a exigir justicia. Y ahora no fue solamente en Sonora,
sino que otras ciudades del país, entre estas el mismo Distrito Federal, se sumaron
a la exigencia. Ayer se cumplieron cuatro años de la más lamentable tragedia
infantil de la que se tenga memoria, no sólo en Hermosillo, sino también en
Sonora, en México, en Latinoamérica.
Millares de personas, en sentida solidaridad con los
adoloridos padres de los bebés muertos por la irresponsabilidad y la ambición
de unos cuantos, irrumpieron en las calles. A un solo grito, exigieron que la
justicia se aplique correctamente. A juicio de ellos, y de muchos de nosotros,
lo correcto es que estén en la cárcel los verdaderos culpables de la espantosa
muerte de estas inocentes criaturas.
Hasta hoy, la justicia ha dado tímidas señales de su
actuar en torno a este caso. Han encerrado a gente que, en un análisis
superficial, no tienen tanta culpa como otros cuya ambición los llevó a que les
importara un cacahuate tener las suficientes medidas de seguridad para evitar
una tragedia como la que hoy recordamos con tristeza e impotencia.
Hay marcadas sospechas de que el incendio pudo haber sido
provocado. Hay quienes dicen que las evidencias ya están acreditadas. Si la
justicia actuara correctamente, ya estarían en la cárcel purgando una larga
condena los causantes directos del siniestro, los que ordenaron que se
prendiera fuego, los que con su indiferencia ignoraron las medidas de seguridad
en una estancia donde se refugiaba a bebés, los que por su desmedida ambición
por el dinero jamás se preocuparon por proteger a los pequeños que ahí se
atendían, y a los representantes de la autoridad que permitieron todo y de
todo. Por corrupción o por amiguismo. Por
lo que sea. Pero también son culpables.
Por desgracia, el asunto de la guardería ABC se toca
estos días, porque es el cuarto aniversario de la tragedia. Mañana o pasado
sólo se acordarán los padres que jamás se van a acostumbrar a la ausencia de
sus pequeños. Los “investigadores” del caso llegarán mañana, dijo alguien por
ahí. Si, vendrán mañana, y también cuando se cumplan cinco y seis años del
acontecimiento. Sólo en los aniversarios. ¿A qué vienen? A pasear un rato y
comer en los mejores restaurantes con gastos pagados por el gobierno, un
gobierno que exige también a los padres de los chiquillos muertos que paguen
sus impuestos para darle de tragar a los que hacen como que investigan.
No hay razón para la no aplicación de la justicia. Sin
embargo, nos queda claro que el caso ABC no sólo es el recuerdo a la más
espantosa tragedia ocurrida en Sonora. Es también monumento a la inmensa
corrupción que existe en las instancias gubernamentales.
Y como lo dije hace algunas semanas: ha habido crímenes
de niños en fechas recientes, cometidos en el seno familiar. Ahí la justicia ha
sido implacable, y ha enviado a purgar largas condenas a los que cometieron los
asesinatos.
A los que mataron a 49 bebés, les permiten pasearse
libremente por las calles.
Esa es nuestra justicia.
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