lunes, 28 de octubre de 2013

De políticos y otras porquerías…

La corrupción dentro del ejercicio del poder público jamás podrá ser justificada, bajo ninguna circunstancia. Todo aquel que aprovecha su posición en el gobierno para obtener beneficios económicos o materiales al margen de sus emolumentos, será siempre un corrupto, cuyo delito debiera ser sancionado de acuerdo a lo que marca la Constitución. Por desgracia, en México este regularmente es un crimen que no merece una sanción ejemplar. Por el contrario, pareciera que es reconocida y hasta estimulada.
Pero no puede ser de otra manera dentro de una República donde la desmedida ambición que enferma a la mayoría de los practicantes de la política, los convierte en enemigos de esta, pero arropados por la misma, a través de las canonjías que se permiten al amparo de una militancia partidista, interpretada por muchos como la mejor forma de posicionarse en un cargo público desde el cual se puedan resolver problemas económicos de por vida.

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