Hace unos días charlé por un
par de minutos con el encargado de Servicios Públicos Municipales en Guaymas, David
Delgado Leyva, y aproveché la coyuntura para comentarle sobre la riesgosa obscuridad
que reina en gran parte de la calle 13, en pleno centro de la ciudad. Su
respuesta fue la acostumbrada en estos casos: tomar nota para ir a atender el
asunto. Al caer la noche, ese tramo sigue pareciendo “hocico de lobo”. No hubo
respuesta alguna.
Regularmente, los
Ayuntamientos en turno, a la mitad del camino que dura tres años, es cuando
permiten observar los logros obtenidos en ese lapso. El actual de Otto Claussen
Iberri se está caracterizando en estos momentos por invertir mucho en la pavimentación
de calles, pero en lo que corresponde a alumbrado público, seguridad y
recolección de basura, elementales servicios que permiten conocer realmente el
trabajo de una administración pública, están por los suelos.
Desafortunadamente para el
alcalde en turno, se entra en la siempre maldita sospecha. Hoy en día no es un
secreto que las obras públicas, como la pavimentación con concreto, rinde
extraordinarios dividendos a los funcionarios que tienen que ver en ello, entre
éstos el Presidente Municipal y su Director de Infraestructura Urbana y
Ecología. El hoy regidor Librado Navarro Jiménez lo utilizó como bandera en
campaña de proselitismo: hasta un 30 por ciento de la inversión de obras de
pavimentación van a parar a los bolsillos del Presidente Municipal y sus
selectos colaboradores.
De manera optimista, yo
quisiera pensar que Claussen Iberri realmente está gastando hasta el último centavo
disponible para seguir pavimentando calles y que a su cuenta bancaria no entra
ni un solo peso mal habido. Si así lo está haciendo, con una honestidad y
honorabilidad a toda prueba, que bueno. Por fortuna para él, no hay manera de
comprobarle que las constructoras beneficiadas con los proyectos están
regalándole una “tajada” del dinero que cobran para el desarrollo de las
mismas. Son cuestiones que ya están arregladas desde hace mucho tiempo.
Pero si en ese aspecto la
tiene libre, la mencionada maldita sospecha crece cuando vemos que, servicios
comunitarios como los ya mencionados siguen siendo su talón de Aquiles.
Regularmente estos trabajos no arrojan utilidades a los funcionarios, salvo en
los casos en que, como lo hizo el alcalde de sucios recuerdos para los
guaymenses, César Adrián Lizárraga Hernández, se inviertan 44 millones de pesos
para el arrendamiento de focos, algo que se convirtió en una acción todavía
bajo sospecha de haberle dejado al (por fortuna) ex Munícipe una buena parte de
la riqueza que hizo como tal. Y Otto ya mencionó la posibilidad de hacer lo
mismo… De rentar lámparas de nuevo.
En materia de seguridad
pública hasta ocioso resulta seguir insistiendo en que estamos en la calle. Los
inútiles programas de prevención del delito están arrojando ya sus naturales
resultados, al estar la comunidad guaymense literalmente en manos de la
delincuencia, en tanto que quienes debieran encargarse de combatirla, han
convertido en un abusivo negocio, tanto para la Comuna como para los mismos
jefes policiacos, los llamados filtros policiacos, los que cada semana dejan
millonarios ingresos para las arcas del Municipio… y para los bolsillos de los
jefes y agentes encargados.
Se comenta que Claussen Iberri
aún se aferra a la posibilidad de ser candidato a diputado federal. Sin
embargo, su trabajo como Presidente Municipal podría convertirse en la más
extraordinaria arma que van a utilizar sus contrincantes para exhibirlo como lo
que actualmente está demostrando ser: un muy mal alcalde.
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