martes, 1 de julio de 2014

Un mal alcalde…

Hace unos días charlé por un par de minutos con el encargado de Servicios Públicos Municipales en Guaymas, David Delgado Leyva, y aproveché la coyuntura para comentarle sobre la riesgosa obscuridad que reina en gran parte de la calle 13, en pleno centro de la ciudad. Su respuesta fue la acostumbrada en estos casos: tomar nota para ir a atender el asunto. Al caer la noche, ese tramo sigue pareciendo “hocico de lobo”. No hubo respuesta alguna.
Regularmente, los Ayuntamientos en turno, a la mitad del camino que dura tres años, es cuando permiten observar los logros obtenidos en ese lapso. El actual de Otto Claussen Iberri se está caracterizando en estos momentos por invertir mucho en la pavimentación de calles, pero en lo que corresponde a alumbrado público, seguridad y recolección de basura, elementales servicios que permiten conocer realmente el trabajo de una administración pública, están por los suelos.
Desafortunadamente para el alcalde en turno, se entra en la siempre maldita sospecha. Hoy en día no es un secreto que las obras públicas, como la pavimentación con concreto, rinde extraordinarios dividendos a los funcionarios que tienen que ver en ello, entre éstos el Presidente Municipal y su Director de Infraestructura Urbana y Ecología. El hoy regidor Librado Navarro Jiménez lo utilizó como bandera en campaña de proselitismo: hasta un 30 por ciento de la inversión de obras de pavimentación van a parar a los bolsillos del Presidente Municipal y sus selectos colaboradores.
De manera optimista, yo quisiera pensar que Claussen Iberri realmente está gastando hasta el último centavo disponible para seguir pavimentando calles y que a su cuenta bancaria no entra ni un solo peso mal habido. Si así lo está haciendo, con una honestidad y honorabilidad a toda prueba, que bueno. Por fortuna para él, no hay manera de comprobarle que las constructoras beneficiadas con los proyectos están regalándole una “tajada” del dinero que cobran para el desarrollo de las mismas. Son cuestiones que ya están arregladas desde hace mucho tiempo.
Pero si en ese aspecto la tiene libre, la mencionada maldita sospecha crece cuando vemos que, servicios comunitarios como los ya mencionados siguen siendo su talón de Aquiles. Regularmente estos trabajos no arrojan utilidades a los funcionarios, salvo en los casos en que, como lo hizo el alcalde de sucios recuerdos para los guaymenses, César Adrián Lizárraga Hernández, se inviertan 44 millones de pesos para el arrendamiento de focos, algo que se convirtió en una acción todavía bajo sospecha de haberle dejado al (por fortuna) ex Munícipe una buena parte de la riqueza que hizo como tal. Y Otto ya mencionó la posibilidad de hacer lo mismo… De rentar lámparas de nuevo.
En materia de seguridad pública hasta ocioso resulta seguir insistiendo en que estamos en la calle. Los inútiles programas de prevención del delito están arrojando ya sus naturales resultados, al estar la comunidad guaymense literalmente en manos de la delincuencia, en tanto que quienes debieran encargarse de combatirla, han convertido en un abusivo negocio, tanto para la Comuna como para los mismos jefes policiacos, los llamados filtros policiacos, los que cada semana dejan millonarios ingresos para las arcas del Municipio… y para los bolsillos de los jefes y agentes encargados.
Se comenta que Claussen Iberri aún se aferra a la posibilidad de ser candidato a diputado federal. Sin embargo, su trabajo como Presidente Municipal podría convertirse en la más extraordinaria arma que van a utilizar sus contrincantes para exhibirlo como lo que actualmente está demostrando ser: un muy mal alcalde.

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