El asunto de los retenes, en Guaymas, es otro de los temas que nos deja muy en claro el desorden en el que acostumbramos vivir. Una medida que pudo haber sido buena de origen, hoy en día está contaminada por la irresponsabilidad con que se manejan, tanto las autoridades municipales corrompidas al máximo, como la gente que, aquí, está empecinada en desobedecer cuanta norma sea impuesta.
Vayamos por partes. De inicio, tenemos que llamar a las cosas por su nombre. A diferencia de lo que aseguran quienes maniobran las redes sociales de internet para evadir la acción de la autoridad, en realidad sí están apoyando la conducción punible, y lo que es peor, poniendo en riesgo la integridad física de terceros. Conducir en estado de ebriedad un vehículo convierte al individuo en un criminal en potencia, y los hechos así lo demuestran.
Establecer una red de información a través de la red cibernética para advertir la presencia de los llamados “filtros”, es solapar la proliferación de conductores de autos en estado etílico. Quien diga lo contrario pretende defender algo indefendible. La protección que se busca con esto a través del aviso oportuno es tangible. De ahí que decir que no se está encubriendo el delito es falso. Y eso es irresponsable.
Habría que analizar, sin embargo, cuales son las razones que han polarizado este asunto. Y la búsqueda no es tan complicada. Todo esto deriva de la presencia de funcionarios enloquecidos por la facilidad que existe para obtener dinero fácil, desde un alcalde que tolera todo tipo de corruptelas, hasta un agente que por 50 o cien miserables pesos permite que un borracho siga tras el volante.
Los retenes encabezados por Javier Velderráin Paredes están convertidos, hoy en día, en un embudo voraz de billetes para un Ayuntamiento que exige a Tránsito Municipal un ingreso desmedido a través de las multas que llegan hasta los siete mil pesos por tomarse un par de cervezas, y que cubierta la exigencia, deja actuar a su libre arbitrio a los agentes que han hecho de esta “medida” el negocio de sus vidas.
Hay versiones surgidas del mismo seno policiaco que indican que uno de estos policías sale hasta con un mínimo de 2,500 por noche después de los mentados filtros. “Ganan” esto por corruptos, por ser cómplices de conductores ebrios a los que permiten cruzar tranquilamente el retén tras el pago de esa “mordida”, en una situación de que Velderráin Paredes no puede ni debe intentar defender. Finalmente, también los retenes solapan delitos, sólo que estos son protegidos por los mismos jueces calificadores, que también reciben su “tajadón”. Es una corrupción sin límite.
El otro aspecto que ha desatado la furia de quienes se llaman afectados, es el evidente proteccionismo hacia hijos y demás parientes de funcionarios públicos. El descaro con que protegen a “niños bien” habla excesivamente mal de las presuntas normas de seguridad que aplica la Dirección de Seguridad Pública. La tolerancia con que tratan a unos, eleva el atropello con que tratan a los otros.
Y no es amenazando a quienes promueven a través de las redes sociales la advertencia sobre la ubicación de los retenes como se va a lograr limpiar la imagen de estos. Hay que terminar con el robo descarado por parte de los agentes, y después querer imponer orden en la sociedad. Si no se hace lo primero, no puede presumirse una autoridad. Simplemente porque no existe al interior de la corporación.
Unos y otros estamos coadyuvando para que esto, lejos de solucionarse, se convierta en un asunto que en cualquier momento va a reventar. Y feo…
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Es sólo una pregunta, sin mayor interés: Manuel Ibarra Gil renunció a la Tesorería Municipal, donde ganaba alrededor de 30 mil pesos mensuales de sueldo, para irse como Presidente del Comité Municipal del PRI.
¿Le va a ir mejor --económicamente hablando-- ahí? Y… ¿Quién le va a pagar su salario? ¿¿¿El PRI???
Si en ocasiones ni para la luz y sueldos de sus secretarias tienen.
Qué raro, verdad?
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