No es cuestión de malinchismos ni nada por el estilo. Simple y llanamente tenemos que aceptar que, como sociedad, seguimos con un retraso muy marcado en comparación con otros países, y para no ir tan lejos, con los Estados Unidos.
Los viajes a la Unión Americana provocan dos efectos: ilustran y dan envidia. Ilustran, porque aparte de que vas y conoces otras culturas, te das cuenta de que en realidad no es ciencia ficción considerar la posibilidad de aplicar la Ley, las normas y reglamentos que rigen en ciudades, municipios y estados. Y da envidia porque nosotros, teniendo principios legales que podrían llevarnos a ser mejores como sociedad, vivimos aferrados a ignorarlos.
Hacer comparaciones es odioso. Pero… ¿cómo no hacerlas cuando apenas cruzando la frontera te encuentras con una realidad que te golpea en la frente? Es increíble cómo a unos metros de la línea divisoria con los Estados Unidos, ya te encuentras con personas que con mirada inquisidora, empiezan a pedirte dinero como si tuvieras la absoluta obligación de entregárselos.
En EUA es darte un ticket (aplicar una multa) por conducir sin el cinturón de seguridad. Inclusive los pasajeros (copiloto y de los asientos posteriores) son sancionados si no llevan colocado su cinturón. Aquí, a unos días de haberse aplicado (no me explico esto, puesto que ya hace tiempo que está ordenado en el reglamento municipal) la obligación de colocarse el cinturón, de diez personas que manejamos solo una lo lleva puesto, y porque ya tiene la costumbre de hacerlo. Los demás, nos pitorreamos de Tránsito Municipal.
Allá la gente debe cruzar por las áreas indicadas, y si una persona lo hace indebidamente, un policía le levanta la correspondiente boleta. Aquí, se colocó un indicador en la avenida Serdán, entre calles 19 y 20, prohibiendo el cruce peatonal. Eso bastó para que ahora sea más la gente que se atraviesa y que inclusive casi se llevando de paso el indicador de marras. Los agentes de Tránsito se declararon derrotados y optaron por ya no decirle nada a los maleducados transeúntes, quienes no pocas veces les mentaron la madre por llamarles la atención.
Al otro lado de nuestra frontera, la dirección escolar se comunica de inmediato a la casa del alumno que no asistió a clases, preguntan cuáles son las razones de su inasistencia, y si es por desatención de los padres, éstos van a la corte acusados por el maestro(a) por la irresponsabilidad mostrada. Aquí, pobre del maestro que se atreva a hacer alguna advertencia a un padre sobre el comportamiento de su hijo. Si bien le va, de una maltratada no se salva. Hay otros que los exhiben en las estaciones de radio y hasta los golpean. La educación de los hijos pasa entonces a estar en manos de nadie.
Un agente policiaco, en Estados Unidos, gana un mínimo de hasta 3 mil dólares al mes (unos 35 mil pesos mexicanos), con preparación precisa y suficiente para discernir entre un ciudadano pacífico y un delincuente. Los niveles de corrupción son mínimos. En México, un policía gana hasta menos de 3 mil pesos mensuales, y su única preparación es el a veces muy limitado criterio que lo lleva a agarrar a punta de garrotazos a alguien que se le “afiguró” que podría ser delincuente. La corrupción policiaca aquí llega a niveles extremadamente impresionantes, además de descarados. El dinero que ganan los obliga a “bajar” a quien se le ponga enfrente, y aunque no es una justificación, puede hasta llegar a ser razonable. Ni modo, así es.
Le repito: hacer comparaciones es absolutamente odioso. Pero es que da tristeza, impotencia y coraje, darnos cuenta de que, teniendo en nuestras normas públicas todo para comportarnos quizá hasta mejor que los estadounidenses, sigamos siendo un pueblo ignorante, inculto e irracional, que en ocasiones (en ocasiones, dije) vemos la correcta aplicación de la Ley como una agresión impositiva y abusiva, y corremos a las mal llamadas “comisión de derechos humanos” para exigir, paradójicamente, un justo castigo en contra del policía que osó hacer abuso de autoridad, aún cuando aquel haya hecho lo correcto.
Ahorita una mentada de madre a un elementos policiaco es cosa común. Y aunque muchos de ellos en ocasiones se lo merecen (total, son parte del pueblo inculto también), si tú o yo le faltamos al respeto a un policía “gringo”, te sale barato si sólo te llevan detenido y te presentan ante la corte aplicándote una sanción. Allá los policías no se andan con contemplaciones cuando se trata de imponerse ante quien altera el orden.
En fin, no quiero pecar de malinchista (cuántos lo estarán pensando así ya), pero repito que me da congoja darme cuenta de que no podemos avanzar porque seguimos aferrado a un sistema de vida que, lejos de permitirnos avanzar, cada día nos lleva más en retroceso.
De todas formas, que tenga buen día.
martes, 30 de octubre de 2012
miércoles, 24 de octubre de 2012
A buscar soluciones…
La situación que actualmente se vive al interior del Ayuntamiento de Guaymas como consecuencia del recorte de personal, no es exclusivo de la presente administración. Cada tres años, en mayor o menor proporción, el alcalde en turno enfrenta una situación similar. La gente que se incluye en la lista de suspendidos se convierte, regularmente, en un dolor de cabeza para quien va empezando a gobernar el municipio.
La situación actual, vista fríamente, otorga la razón a ambas partes: por un lado está la gente que, de acuerdo a lo que marca la ley que ampara al trabajador, están exigiendo algo precisamente muy legítimo. Si hay un despido injustificado, un recorte de personal o como quiera manejarse la suspensión de labores, la autoridad está en la obligación de liquidarlos. Y liquidarlos bien.
Y por otro lado, al alcalde Otto Guillermo Claussen Iberri también lo ampara la razón, al manifestar que resulta insostenible ya para el Ayuntamiento mantener una planta laboral que implica una erogación mensual de más de 10 millones de pesos, esto para un Municipio que observa unas finanzas miserables, consecuencia principalmente, dicen, del pésimo manejo que de los recursos hizo el ex alcalde César Adrián Lizárraga Hernández.
El tema del ingreso de nuevas personas a los cargos que se están desocupando es un asunto del cual platicaremos aparte. Cada nuevo administrador del Municipio lo hace al llegar. Dejan sin trabajo a muchas personas (sobre todo cuando son de partidos políticos distintos) para acomodar a quienes ayudaron en campaña. Es el mismo problema cada tres años.
Pero retomando el asunto original, creo que es urgentemente necesario que, dentro del Ayuntamiento (y de los ayuntamientos en general), los regidores analicen su verdadera participación como parte de un ente que tiene también manejo legislativo. Quizá un servidor peque de ignorante en materia jurídica, pero siento que la cuestión laboral dentro del gobierno debiera verse de una forma distinta a como se maneja para el sector empresarial.
Hoy existe la advertencia (insisto, totalmente legítima) por parte de los trabajadores despedidos, de recurrir a la demanda laboral para sacarle el Ayuntamiento lo que ellos consideran una liquidación totalmente justa. Al aviso de que las arcas del Municipio están vacías, ellos responden con algo que es normal en este caso: “es problema de ellos. Ellos sabrán cómo le hacen para pagarme mi liquidación”. Es decir, “a mí me vale si hay dinero o no en la Tesorería… a mí me pagan…”
Y mientras la relación se siga manejando como obrero-patronal regida por la LFT, todos los municipios seguirán teniendo el mismo problema, hasta que llegue el momento en que a alguien se le ocurra darle al empleo gubernamental un manejo totalmente diferente, porque en el caso que nos ocupa, estamos hablando de que las contribuciones que el pueblo hace para tener beneficios colectivos se utilizan finalmente para pagar sueldos.
Los habitantes de una Nación deben contribuir al sostenimiento del gobierno en una proporción lo más cercana posible a sus capacidades económicas. En ocasiones esto implica un sacrificio, pero la iniciativa de los impuestos, partiendo de su creación desde los tiempos del imperio romano, indicaba que esto era para que el gobierno pueda corresponder a quien contribuya con la creación de obras de beneficio colectivo. Hoy el sacrificio de muchos representa el beneficio de unos cuantos.
En cada Municipio debiera irse preparando la presentación de iniciativas para darle un cambio radical al manejo de los dineros públicos. Es absurdo, aún cuando la Ley Federal de Trabajo busque proteger al obrero, que el dinero del ciudadano común tenga un uso distinto para el que es aportado. Y aportado de una manera obligatoria. El contribuyente no tiene por qué pagar las consecuencias de cuestiones laborales que no le competen. Sólo quiere que haya el dinero suficiente para tener calles en buen estado y alumbrado público, entre muchísimas otras cosas más en que se debiera aplicar su impuesto.
Un manejo distinto, pues, al empleo en el gobierno, que al se da al trabajador de una maquila, una tienda de autoservicio o una humilde mercería. En las empresas el dinero es para un dueño. En el gobierno el dinero debiera ser para el contribuyente, y es el que menos recibe una correspondencia a su cumplimiento fiscal.
En fin.
La situación actual, vista fríamente, otorga la razón a ambas partes: por un lado está la gente que, de acuerdo a lo que marca la ley que ampara al trabajador, están exigiendo algo precisamente muy legítimo. Si hay un despido injustificado, un recorte de personal o como quiera manejarse la suspensión de labores, la autoridad está en la obligación de liquidarlos. Y liquidarlos bien.
Y por otro lado, al alcalde Otto Guillermo Claussen Iberri también lo ampara la razón, al manifestar que resulta insostenible ya para el Ayuntamiento mantener una planta laboral que implica una erogación mensual de más de 10 millones de pesos, esto para un Municipio que observa unas finanzas miserables, consecuencia principalmente, dicen, del pésimo manejo que de los recursos hizo el ex alcalde César Adrián Lizárraga Hernández.
Otto Claussen. |
Pero retomando el asunto original, creo que es urgentemente necesario que, dentro del Ayuntamiento (y de los ayuntamientos en general), los regidores analicen su verdadera participación como parte de un ente que tiene también manejo legislativo. Quizá un servidor peque de ignorante en materia jurídica, pero siento que la cuestión laboral dentro del gobierno debiera verse de una forma distinta a como se maneja para el sector empresarial.
Hoy existe la advertencia (insisto, totalmente legítima) por parte de los trabajadores despedidos, de recurrir a la demanda laboral para sacarle el Ayuntamiento lo que ellos consideran una liquidación totalmente justa. Al aviso de que las arcas del Municipio están vacías, ellos responden con algo que es normal en este caso: “es problema de ellos. Ellos sabrán cómo le hacen para pagarme mi liquidación”. Es decir, “a mí me vale si hay dinero o no en la Tesorería… a mí me pagan…”
Y mientras la relación se siga manejando como obrero-patronal regida por la LFT, todos los municipios seguirán teniendo el mismo problema, hasta que llegue el momento en que a alguien se le ocurra darle al empleo gubernamental un manejo totalmente diferente, porque en el caso que nos ocupa, estamos hablando de que las contribuciones que el pueblo hace para tener beneficios colectivos se utilizan finalmente para pagar sueldos.
Los habitantes de una Nación deben contribuir al sostenimiento del gobierno en una proporción lo más cercana posible a sus capacidades económicas. En ocasiones esto implica un sacrificio, pero la iniciativa de los impuestos, partiendo de su creación desde los tiempos del imperio romano, indicaba que esto era para que el gobierno pueda corresponder a quien contribuya con la creación de obras de beneficio colectivo. Hoy el sacrificio de muchos representa el beneficio de unos cuantos.
En cada Municipio debiera irse preparando la presentación de iniciativas para darle un cambio radical al manejo de los dineros públicos. Es absurdo, aún cuando la Ley Federal de Trabajo busque proteger al obrero, que el dinero del ciudadano común tenga un uso distinto para el que es aportado. Y aportado de una manera obligatoria. El contribuyente no tiene por qué pagar las consecuencias de cuestiones laborales que no le competen. Sólo quiere que haya el dinero suficiente para tener calles en buen estado y alumbrado público, entre muchísimas otras cosas más en que se debiera aplicar su impuesto.
Un manejo distinto, pues, al empleo en el gobierno, que al se da al trabajador de una maquila, una tienda de autoservicio o una humilde mercería. En las empresas el dinero es para un dueño. En el gobierno el dinero debiera ser para el contribuyente, y es el que menos recibe una correspondencia a su cumplimiento fiscal.
En fin.
lunes, 22 de octubre de 2012
Lizárraga, Padrés y Claussen…
¿Qué hay realmente detrás del ingreso de César Adrián Lizárraga Hernández a la estructura del Gobierno del Estado y de las excesivas muestras de apoyo declaradas días atrás por el Gobernador Guillermo Padrés Elías para Otto Guillermo Claussen Iberri en su papel de alcalde de Guaymas?
Siempre he dicho que entenderle a la política es lo más difícil, sobre todo cuando las evidencias indican una cosa y los hechos sorprendentemente son distintos. Políticamente, a Padrés Elías debiera no convenirle la presencia del ex alcalde en la fila de sus colaboradores, puesto que Lizárraga Hernández está ubicado en estos momentos como uno de los peores jefes que haya tenido el Municipio a lo largo de su historia.
Acusaciones extremadamente delicadas pesan sobre su imagen, entre éstas la inversión millonaria que se hizo para un oscuro proyecto de iluminación para Guaymas, que observa hoy en día una penumbra impresionante por la falta de focos para el alumbrado público. También la adquisición de un terreno a costo millonario puesto a nombre de un pariente muy cercano, y las inversiones que en materia de obra pública se desarrollaron en las que el ex alcalde se vio directamente beneficiado en lo económico.
La imagen de Lizárraga Hernández hoy en día está por los suelos, de ahí que resulte desagradablemente impactante para los guaymenses que el Gobierno del Estado haya decidido arroparlo, cuando una parte importante de la opinión pública exige una profunda investigación sobre el manejo que hizo de los recursos públicos durante su mandato municipal. No falta quien advierta que esto es como una especie de reto a los guaymenses en apoyo a alguien que ni siquiera supo cómo manejarse para cumplir el compromiso de ganar la diputación local que le habían literalmente asignado. Se suponía que la derrota (merecidamente ganada) era más que suficiente para hacerlo a un lado.
Y por otra parte, llama poderosamente la atención la postura asumida por el mandatario estatal durante su reciente visita a Guaymas, donde dijo que el actual alcalde contará con todo el respaldo del Gobierno sonorense para salir adelante de la espantosa crisis financiera que enfrenta, consecuencia también , en parte, del trabajo de Lizárraga Hernández. Dicen algunos que hasta el mismo Otto se sorprendió cuando recibió las muestras de apoyo del gobernador de origen panista para su administración priísta.
Algunos observadores dicen que era una actitud que tenía que mostrar el Gobernador Padrés Elías para buscar una imagen positiva ante la opinión pública local y tratar así de enmendar un poco la lesión política que sufre con el ingreso de César Adrián al gabinete estatal, pero que las diferencias se observan claramente cuando en las fotografías, Otto Guillermo nunca apareció al lado del Ejecutivo sonorense.
Es obvio pensar que si Lizárraga Hernández llega a un cargo público y el Gobierno del Estado apoya a la administración “claussenista”, será punto menos que imposible que se puedan iniciar investigaciones y mucho menos fincar responsabilidades al primero por lo que haya hecho al frente del Municipio. Simple y sencillamente, son acuerdos no tan en lo oscurito que impedirán que un gobierno de origen tricolor pueda marcar la pauta para que se empiece a castigar a quienes abusaron de su trabajo para perjudicar a miles de ciudadanos.
O sea, como se dice en el lenguaje callejero… a’i muere!
- - - - - - - - -
Tranquilo, relajado, sonriente. Así vimos al doctor José Luis Marcos León Perea, actual diputado local del distrito que encabeza Guaymas, durante la conferencia de prensa que ofreció el sábado por la mañana, en la que aprovechó para reconocer a algunos médicos y profesionistas involucrados en la salud que le han ofrecido su apoyo a lo largo de su trabajo público.
Después de los inquietantes momentos que vivió León Perea cuando César Adrián Lizárraga Hernández pretendía escamotearle la victoria legítima que obtuvo en las urnas, la tranquilidad ha vuelto y se apresta a cumplir de nuevo con su compromiso de servir a los guaymenses desde su espacio en el Congreso del Estado.
Siempre he dicho que entenderle a la política es lo más difícil, sobre todo cuando las evidencias indican una cosa y los hechos sorprendentemente son distintos. Políticamente, a Padrés Elías debiera no convenirle la presencia del ex alcalde en la fila de sus colaboradores, puesto que Lizárraga Hernández está ubicado en estos momentos como uno de los peores jefes que haya tenido el Municipio a lo largo de su historia.
Acusaciones extremadamente delicadas pesan sobre su imagen, entre éstas la inversión millonaria que se hizo para un oscuro proyecto de iluminación para Guaymas, que observa hoy en día una penumbra impresionante por la falta de focos para el alumbrado público. También la adquisición de un terreno a costo millonario puesto a nombre de un pariente muy cercano, y las inversiones que en materia de obra pública se desarrollaron en las que el ex alcalde se vio directamente beneficiado en lo económico.
La imagen de Lizárraga Hernández hoy en día está por los suelos, de ahí que resulte desagradablemente impactante para los guaymenses que el Gobierno del Estado haya decidido arroparlo, cuando una parte importante de la opinión pública exige una profunda investigación sobre el manejo que hizo de los recursos públicos durante su mandato municipal. No falta quien advierta que esto es como una especie de reto a los guaymenses en apoyo a alguien que ni siquiera supo cómo manejarse para cumplir el compromiso de ganar la diputación local que le habían literalmente asignado. Se suponía que la derrota (merecidamente ganada) era más que suficiente para hacerlo a un lado.
Y por otra parte, llama poderosamente la atención la postura asumida por el mandatario estatal durante su reciente visita a Guaymas, donde dijo que el actual alcalde contará con todo el respaldo del Gobierno sonorense para salir adelante de la espantosa crisis financiera que enfrenta, consecuencia también , en parte, del trabajo de Lizárraga Hernández. Dicen algunos que hasta el mismo Otto se sorprendió cuando recibió las muestras de apoyo del gobernador de origen panista para su administración priísta.
Algunos observadores dicen que era una actitud que tenía que mostrar el Gobernador Padrés Elías para buscar una imagen positiva ante la opinión pública local y tratar así de enmendar un poco la lesión política que sufre con el ingreso de César Adrián al gabinete estatal, pero que las diferencias se observan claramente cuando en las fotografías, Otto Guillermo nunca apareció al lado del Ejecutivo sonorense.
Es obvio pensar que si Lizárraga Hernández llega a un cargo público y el Gobierno del Estado apoya a la administración “claussenista”, será punto menos que imposible que se puedan iniciar investigaciones y mucho menos fincar responsabilidades al primero por lo que haya hecho al frente del Municipio. Simple y sencillamente, son acuerdos no tan en lo oscurito que impedirán que un gobierno de origen tricolor pueda marcar la pauta para que se empiece a castigar a quienes abusaron de su trabajo para perjudicar a miles de ciudadanos.
O sea, como se dice en el lenguaje callejero… a’i muere!
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Tranquilo, relajado, sonriente. Así vimos al doctor José Luis Marcos León Perea, actual diputado local del distrito que encabeza Guaymas, durante la conferencia de prensa que ofreció el sábado por la mañana, en la que aprovechó para reconocer a algunos médicos y profesionistas involucrados en la salud que le han ofrecido su apoyo a lo largo de su trabajo público.
Después de los inquietantes momentos que vivió León Perea cuando César Adrián Lizárraga Hernández pretendía escamotearle la victoria legítima que obtuvo en las urnas, la tranquilidad ha vuelto y se apresta a cumplir de nuevo con su compromiso de servir a los guaymenses desde su espacio en el Congreso del Estado.
jueves, 18 de octubre de 2012
Otto y su desmadre…
Viéndolo bien, no me parece tan descabellado lo que hizo Otto Guillermo Claussen Iberri, Alcalde de Guaymas, en el programa de Águeda Úrsula Barojas Ontiveros. El Presidente de este Municipio dijo que las finanzas son un desmadre. Así, de manera explícita y sin retractarse de lo que la hábil comentarista radiofónica quiso aclarar, el edil expuso en términos generales la situación financiera de nuestra Comuna.
Quizá el rector municipal no quiso entrar en largas y quizá inentendibles explicaciones sobre lo que realmente está pasando al interior del manejo de los recursos de Guaymas, y lo dijo de una manera clara y contundente: las finanzas en Guaymas son un desmadre. Y de paso, culpó a la administración de César Adrián Lizárraga Hernández de todo el desbarajuste que hay todavía en la Tesorería Municipal, donde todavía no hallan cómo hacer para recomponer todo lo que “el orgullo del CET del Mar” provocó.
Lo cierto es que ese desmadre mantiene a la planta laboral del Ayuntamiento en un hilo. El tesoro (?) municipal no alcanzó para cubrir los sueldos en la más reciente quincena, y si a eso le aunamos las diferencias políticas que ideológicamente mantienen de espaldas al Gobierno Estatal y a Guaymas, no se advierte de momento cuál será la solución para resolver los problemas que existen y los que están por llegar.
Porque es de suponerse que a Claussen Iberri le van a retener, lo más que se pueda, los recursos que por derecho corresponden a los guaymenses. La política en México permite esas y más atrocidades cuando se trata de perjudicar a los contrarios, aún cuando ello implique hacerle un desmadre (digo, ya entramos en el tema) a los ciudadanos. Los intereses políticos siempre van a estar por encima del bienestar colectivo. Eso es regla en la política de nuestro país.
¿Qué hacer ante semejante asunto? En lo particular, creo que a Claussen Iberri sólo lo ampara una esperanza: el arribo de Enrique Peña Nieto a la Presidencia de la República a partir del 1 de Diciembre. Y como todavía hay que esperar al acomodo y a las brutales medidas burocráticas que jamás pudieron desaparecer, creo que el primero año del hoy Munícipe va a estar bastante complicado.
Hay que recurrir a la súplica hacia el contribuyente por lo pronto. No queda de otra. ¿Es válido? Por supuesto que sí. El Municipio se alimenta financieramente de los impuestos que se reciben de la comunidad. Y si no se cuenta con recursos hay que incentivar, como se pueda, el pago de las contribuciones.
Y hay que incentivarlo de tal manera que la gente se sienta motivada a cubrir ese compromiso, porque si no hay respuesta, el desmadre podría ser peor.
- - - - - - - - -
ANOCHE platiqué largo y tendido con un excelente amigo, el señor Ciro Sánchez. Los dos coincidíamos en que, desde hace muchos años, Guaymas carece de un liderazgo capaz de hacer despertar de su letargo a los guaymenses, de tal forma, que la ciudadanía realmente poco participa en la búsqueda de soluciones a nuestros problemas, pero participa más en la práctica más vulgar que conozco: el chisme.
Tocamos varios nombres. El de Florentino López Tapia por ejemplo, aquel viejo cacique pesquero a quien le endilgaron todos los problemas habidos y por haber. Lo ubicaron como el peor alcalde que ha tenido Guaymas, el más abusivo dirigente pesquero y mil cosas más.
Cuando la época de la bonanza derivada de la extracción del camarón, no había pescador (incluyendo hasta los “pavos”) que no trajera su buen carro para llegar a su propia casa. Y todo fue bajo la férrea mano de “Don Flor”, hasta que el gobierno federal de Carlos Salinas de Gortari se hartó del poder que tenía y lo aniquilaron. A partir de ahí, la historia le cambió. Pero….
Quizá el rector municipal no quiso entrar en largas y quizá inentendibles explicaciones sobre lo que realmente está pasando al interior del manejo de los recursos de Guaymas, y lo dijo de una manera clara y contundente: las finanzas en Guaymas son un desmadre. Y de paso, culpó a la administración de César Adrián Lizárraga Hernández de todo el desbarajuste que hay todavía en la Tesorería Municipal, donde todavía no hallan cómo hacer para recomponer todo lo que “el orgullo del CET del Mar” provocó.
Lo cierto es que ese desmadre mantiene a la planta laboral del Ayuntamiento en un hilo. El tesoro (?) municipal no alcanzó para cubrir los sueldos en la más reciente quincena, y si a eso le aunamos las diferencias políticas que ideológicamente mantienen de espaldas al Gobierno Estatal y a Guaymas, no se advierte de momento cuál será la solución para resolver los problemas que existen y los que están por llegar.
Porque es de suponerse que a Claussen Iberri le van a retener, lo más que se pueda, los recursos que por derecho corresponden a los guaymenses. La política en México permite esas y más atrocidades cuando se trata de perjudicar a los contrarios, aún cuando ello implique hacerle un desmadre (digo, ya entramos en el tema) a los ciudadanos. Los intereses políticos siempre van a estar por encima del bienestar colectivo. Eso es regla en la política de nuestro país.
¿Qué hacer ante semejante asunto? En lo particular, creo que a Claussen Iberri sólo lo ampara una esperanza: el arribo de Enrique Peña Nieto a la Presidencia de la República a partir del 1 de Diciembre. Y como todavía hay que esperar al acomodo y a las brutales medidas burocráticas que jamás pudieron desaparecer, creo que el primero año del hoy Munícipe va a estar bastante complicado.
Hay que recurrir a la súplica hacia el contribuyente por lo pronto. No queda de otra. ¿Es válido? Por supuesto que sí. El Municipio se alimenta financieramente de los impuestos que se reciben de la comunidad. Y si no se cuenta con recursos hay que incentivar, como se pueda, el pago de las contribuciones.
Y hay que incentivarlo de tal manera que la gente se sienta motivada a cubrir ese compromiso, porque si no hay respuesta, el desmadre podría ser peor.
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ANOCHE platiqué largo y tendido con un excelente amigo, el señor Ciro Sánchez. Los dos coincidíamos en que, desde hace muchos años, Guaymas carece de un liderazgo capaz de hacer despertar de su letargo a los guaymenses, de tal forma, que la ciudadanía realmente poco participa en la búsqueda de soluciones a nuestros problemas, pero participa más en la práctica más vulgar que conozco: el chisme.
Tocamos varios nombres. El de Florentino López Tapia por ejemplo, aquel viejo cacique pesquero a quien le endilgaron todos los problemas habidos y por haber. Lo ubicaron como el peor alcalde que ha tenido Guaymas, el más abusivo dirigente pesquero y mil cosas más.
Cuando la época de la bonanza derivada de la extracción del camarón, no había pescador (incluyendo hasta los “pavos”) que no trajera su buen carro para llegar a su propia casa. Y todo fue bajo la férrea mano de “Don Flor”, hasta que el gobierno federal de Carlos Salinas de Gortari se hartó del poder que tenía y lo aniquilaron. A partir de ahí, la historia le cambió. Pero….
lunes, 15 de octubre de 2012
Contraportada edición impresa No. 103
En octubre de 2005, hace ya 8 años precisamente, logré alcanzar uno de mis mayores anhelos. Después de mucho reflexionar, pensar, analizar, planear, etc., pude por fin publicar mi propio medio. Emprendí así un proyecto que, para ser honesto, me ha dejado más dolores de cabeza que progreso en lo personal, pero que me ha permitido tener la satisfacción de expresar, finalmente, mis propias ideas y pensamientos en torno a mi actividad periodística.
Esto tiene sus ventajas pero también sus desventajas. Entre las primeras, he logrado establecer entre la comunidad, si bien un poco de manera accidentada, la circulación de un periódico impreso que hoy renace con nuevos bríos gracias al apoyo de un entrañable amigo. Me da entre gusto y a veces congoja cuando la gente me pregunta por Contraportada. Hoy les digo con muchas esperanzas, otra vez, que ya estamos de nuevo en movimiento.
Otra ventaja es que esto me permitió ampliar mi círculo de amistades, muchas de ellas en franco apoyo a mi querido proyecto y otras más por un simple interés, pero amistades al fin. Se han consolidado las de quienes me han seguido a través de internet, vía por la cual nos hemos mantenido vigentes hasta ahora, y que sigue figurando como una buena opción para quien busca siempre la diversidad de opiniones en los medios de comunicación.
Esto tiene sus ventajas pero también sus desventajas. Entre las primeras, he logrado establecer entre la comunidad, si bien un poco de manera accidentada, la circulación de un periódico impreso que hoy renace con nuevos bríos gracias al apoyo de un entrañable amigo. Me da entre gusto y a veces congoja cuando la gente me pregunta por Contraportada. Hoy les digo con muchas esperanzas, otra vez, que ya estamos de nuevo en movimiento.
Otra ventaja es que esto me permitió ampliar mi círculo de amistades, muchas de ellas en franco apoyo a mi querido proyecto y otras más por un simple interés, pero amistades al fin. Se han consolidado las de quienes me han seguido a través de internet, vía por la cual nos hemos mantenido vigentes hasta ahora, y que sigue figurando como una buena opción para quien busca siempre la diversidad de opiniones en los medios de comunicación.
miércoles, 10 de octubre de 2012
Delincuentes a la luz del día
Se trata de un matrimonio joven, con dos hijos. Él profesionista, pero por las difíciles cuestiones económicas tuvo que aceptar un trabajo donde gana poco. Ella tiene que multiplicarse para hacer trabajos domésticos y vender lo que se pueda para tratar de ajustar cada quincena los exigentes pagos del diario: alimentos, escuela de los chamacos, luz y el largo etcétera.
La angustia ya forma parte de su quehacer diario como ocurre en millones de hogares mexicanos, donde no se sabe que va a pasar mañana, sobre todo cuando el dinero se terminó y todavía faltan gastos por cubrir. Con sacrificios, los padres de ambos les juntaron algo de dinero y él, con muchísimo esfuerzo, ajustó para comprar un modesto carrito, en el que diariamente ella lleva a sus niños a la escuela, una escuela particular.
Por si todos sus problemas fueran pocos, hace unas tres noches, delincuentes desconocidos les abrieron el carro, se robaron el acumulador y el estéreo. La sorpresa fue amarga en la mañana. Dolorosa, cruel, demoledora. Sin embargo trataron de sobreponerse y ajustó 500 pesos para comprar una “batería” de segunda. Fue y la puso, y ya más tranquilo trató de encender su carro. La unidad no arrancó. Los delincuentes no solamente se robaron lo descrito. De paso le causaron destrozos suficientes que, según presupuestos, le van a salir costando más de tres mil pesos.
Esta historia es real. Acaba de pasar aquí en Guaymas. Por la cercanía con ellos sé de su angustia, su desesperación y tristeza. Pero esto ocurre TODOS los días en los diversos sectores de nuestra ciudad. La delincuencia no organizada está haciendo de las suyas impunemente, y los ladrones, regularmente drogadictos, siguen actuando por la sorprendentemente inexplicable pasividad de las autoridades hacia el descarado trabajo clandestino (aunque suene absurdo) de las chatarreras y demás lugares donde se compran cosas robadas a plena luz del día.
La angustia que este joven matrimonio vive en estos momentos deriva de la irresponsabilidad de quienes dicen gobernarnos pero que finalmente se han aliado cínicamente con los ladrones disfrazados de empresarios a través de chatarreras cuyo funcionamiento deja mucho que desear. En esos lugares, cada minuto del día se comete un delito al comprar cosas robadas, pero nadie, absolutamente nadie, dice nada. Este tipo de delincuentes se ríen de la angustia que otros sufren tras haber sido robados.
La autoridad no quiere entenderlo: en cualquier momento va a ocurrir una desgracia, cuando alguna persona, harta de ser víctima de los drogadictos que roban esas cosas sólo para consumir sus porquerías, trate de tomar justicia por su propia mano. Porque aunque suene inconcebible, en Guaymas la gente va a tener que defenderse por sí sola de la delincuencia. No hay autoridad que frene este grave problema.
¿Qué demonios pasa? ¿Quién se está beneficiando realmente con todo esto? Comprar cosas robadas es un delito, y en cada chatarrera de Guaymas se ha comprobado que se comete. ¿Porqué no hay quien castigue eso? ¿Qué red de complicidades está detrás de este sucio negocio que aniquila los esfuerzos de la gente que con sacrificios trata de tener un poco de patrimonio para que finalmente pare en manos de esos delincuentes?
¿Autoridad?... Bah!
La angustia ya forma parte de su quehacer diario como ocurre en millones de hogares mexicanos, donde no se sabe que va a pasar mañana, sobre todo cuando el dinero se terminó y todavía faltan gastos por cubrir. Con sacrificios, los padres de ambos les juntaron algo de dinero y él, con muchísimo esfuerzo, ajustó para comprar un modesto carrito, en el que diariamente ella lleva a sus niños a la escuela, una escuela particular.
Por si todos sus problemas fueran pocos, hace unas tres noches, delincuentes desconocidos les abrieron el carro, se robaron el acumulador y el estéreo. La sorpresa fue amarga en la mañana. Dolorosa, cruel, demoledora. Sin embargo trataron de sobreponerse y ajustó 500 pesos para comprar una “batería” de segunda. Fue y la puso, y ya más tranquilo trató de encender su carro. La unidad no arrancó. Los delincuentes no solamente se robaron lo descrito. De paso le causaron destrozos suficientes que, según presupuestos, le van a salir costando más de tres mil pesos.
Esta historia es real. Acaba de pasar aquí en Guaymas. Por la cercanía con ellos sé de su angustia, su desesperación y tristeza. Pero esto ocurre TODOS los días en los diversos sectores de nuestra ciudad. La delincuencia no organizada está haciendo de las suyas impunemente, y los ladrones, regularmente drogadictos, siguen actuando por la sorprendentemente inexplicable pasividad de las autoridades hacia el descarado trabajo clandestino (aunque suene absurdo) de las chatarreras y demás lugares donde se compran cosas robadas a plena luz del día.
La angustia que este joven matrimonio vive en estos momentos deriva de la irresponsabilidad de quienes dicen gobernarnos pero que finalmente se han aliado cínicamente con los ladrones disfrazados de empresarios a través de chatarreras cuyo funcionamiento deja mucho que desear. En esos lugares, cada minuto del día se comete un delito al comprar cosas robadas, pero nadie, absolutamente nadie, dice nada. Este tipo de delincuentes se ríen de la angustia que otros sufren tras haber sido robados.
La autoridad no quiere entenderlo: en cualquier momento va a ocurrir una desgracia, cuando alguna persona, harta de ser víctima de los drogadictos que roban esas cosas sólo para consumir sus porquerías, trate de tomar justicia por su propia mano. Porque aunque suene inconcebible, en Guaymas la gente va a tener que defenderse por sí sola de la delincuencia. No hay autoridad que frene este grave problema.
¿Qué demonios pasa? ¿Quién se está beneficiando realmente con todo esto? Comprar cosas robadas es un delito, y en cada chatarrera de Guaymas se ha comprobado que se comete. ¿Porqué no hay quien castigue eso? ¿Qué red de complicidades está detrás de este sucio negocio que aniquila los esfuerzos de la gente que con sacrificios trata de tener un poco de patrimonio para que finalmente pare en manos de esos delincuentes?
¿Autoridad?... Bah!
lunes, 8 de octubre de 2012
Héctor Moisés Laguna Torres empezó su trabajo como alcalde empalmense con un reto bastante fuerte: las finanzas quedaron bien saneadas tras el trabajo de Javier Caraveo Rincón y Arturo Limón Hernández, ex alcalde y ex tesorero, respectivamente, pero el problema económico agobia a todos los ayuntamientos de Sonora, de tal forma que esto se aprecia como algo bastante complicado.
Sin embargo, en la charla con quien esto escribe, Laguna Torres derrocha optimismo a raudales. “Con decirte que vamos a arrancarnos con la mejor Expo (Ganadera Empalme 2012) que ha habido hasta ahora, sin un peso, pero con el ánimo y las fuerzas para hacer un evento que marque una diferencia en la historia de lo que ya es una tradición en Empalme”, dijo el aún incipiente Presidente Municipal.
Asume con seriedad que los primeros meses de su administración serán bastante complicados en el manejo de los recursos financieros. Pero denota seguridad al momento de definir su trabajo como alcalde como una buena etapa para los empalmenses. “Queremos que Empalme siga teniendo esa buena imagen ganada durante la pasada administración, de ser un municipio donde el manejo de sus recursos se hace con honestidad y responsabilidad”, responde a cuestionamiento del reportero.
Laguna Torres, en abierto reconocimiento al trabajo de sus antecesores, maneja un equipo de colaboradores integrado en su mayoría por gente que ya cuenta con la experiencia suficiente para el mejor desempeño de sus funciones. “Ya dejaron constancia de que son personas responsables, entonces es obligación nuestra utilizar esos conocimientos para beneficio de la comunidad”, asegura.
Escoltado por su Secretario del Ayuntamiento Juan Valentín Rendón, Héctor Moisés habló buen rato sobre sus propósitos como Presidente Municipal. “Si ya demostré como diputado local que sí se puede gobernar y estar en contacto permanente con la gente, ahora lo voy a hacer con más ganas, porque ahora tengo el compromiso de gobernar a los empalmenses de manera directa”, dice.
El optimismo del Munícipe deja entrever la posibilidad de que buenos tiempos vengan para Empalme y su gente.
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Conjeturas, especulaciones y hasta “grilla” ha provocado que hasta hoy, el Ayuntamiento de Guaymas encabezado por Otto Guillermo Claussen Iberri no haya definido a quien será el nuevo Director de Seguridad Pública, manejándose una lista de nombres que sólo sirve para generar más incertidumbre en torno a este asunto.
Una de las versiones indica que cabe la posibilidad de que Francisco Javier Vidaurrázaga Soto sea ratificado en el cargo, lo que en lo particular considero una buena alternativa. Para que un comandante de policía funcione, es de elemental importancia que conozca el terreno que pisa, y en este caso, el hoy jefe policiaco lo conoce de sobra.
Andar haciendo experimentos no es bueno, y peor todavía que la designación de un jefe de policía se circunscriba a la decisión de un funcionario estatal ajeno al Municipio. Este tipo de cosas no debe manejarse a partir del interés o “influyentismos”, o peor aún, de acuerdos tomados en despachos donde se ignora por completo la situación de Guaymas.
En materia de seguridad pública no estamos tan mal como ocurre en otras ciudades de la entidad. Aquí también se han cometido asesinatos que se atribuyen al crimen organizado, pero no alcanzamos los niveles preocupantes de Hermosillo, Ciudad Obregón o Nogales, por decir algo. El problema serio que tenemos aquí son los robos que cometen sujetos, drogadictos por lo regular, que apoyados en el sospechoso amparo que tienen las chatarreras, roban fierro y acumuladores para vehículos provocando trastornos económicos a sus víctimas.
Ese tipo de delincuencia ya está bien ubicada por el comandante aún en funciones, por lo que la alternativa de ratificarlo en el cargo creo que sería buena para los guaymenses.
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Ayer por la mañana, parado frente a la Plaza de los Tres Presidentes por la avenida Abelardo L. Rodríguez, observé cuando el chofer del camión del servicio de transporte urbano, con número económico 110, arrojó una buena cantidad de basura por la ventanilla de la unidad, hacia la calle. La arrojó con la misma facilidad y confianza como si lo hubiera arrojado a un cesto de la basura. Esto fue poco antes de las diez de la mañana. Lástima que no traía la cámara lista.
Cuando hablamos de Guaymas como una ciudad sucia, regularmente, al menos en mi caso, nos referimos a que una parte muy importante de guaymenses la vemos como tal: como un cesto de basura donde podemos arrojar sin pena ni sonrojo toda la basura que podamos.
Una ciudad limpia no es la que se limpia más, sino la que produce menos basura, dijo alguien por ahí. Y mientas algunos guaymenses sigamos con esa actitud, como la del chofer de esta unidad, ni el Otto ni las 11 mil vírgenes podrán conseguir que seamos una ciudad “rechinando de limpia”.
Sin embargo, en la charla con quien esto escribe, Laguna Torres derrocha optimismo a raudales. “Con decirte que vamos a arrancarnos con la mejor Expo (Ganadera Empalme 2012) que ha habido hasta ahora, sin un peso, pero con el ánimo y las fuerzas para hacer un evento que marque una diferencia en la historia de lo que ya es una tradición en Empalme”, dijo el aún incipiente Presidente Municipal.
Héctor Laguna. |
Laguna Torres, en abierto reconocimiento al trabajo de sus antecesores, maneja un equipo de colaboradores integrado en su mayoría por gente que ya cuenta con la experiencia suficiente para el mejor desempeño de sus funciones. “Ya dejaron constancia de que son personas responsables, entonces es obligación nuestra utilizar esos conocimientos para beneficio de la comunidad”, asegura.
Escoltado por su Secretario del Ayuntamiento Juan Valentín Rendón, Héctor Moisés habló buen rato sobre sus propósitos como Presidente Municipal. “Si ya demostré como diputado local que sí se puede gobernar y estar en contacto permanente con la gente, ahora lo voy a hacer con más ganas, porque ahora tengo el compromiso de gobernar a los empalmenses de manera directa”, dice.
El optimismo del Munícipe deja entrever la posibilidad de que buenos tiempos vengan para Empalme y su gente.
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Conjeturas, especulaciones y hasta “grilla” ha provocado que hasta hoy, el Ayuntamiento de Guaymas encabezado por Otto Guillermo Claussen Iberri no haya definido a quien será el nuevo Director de Seguridad Pública, manejándose una lista de nombres que sólo sirve para generar más incertidumbre en torno a este asunto.
Fco. Vidaurrázaga. |
Andar haciendo experimentos no es bueno, y peor todavía que la designación de un jefe de policía se circunscriba a la decisión de un funcionario estatal ajeno al Municipio. Este tipo de cosas no debe manejarse a partir del interés o “influyentismos”, o peor aún, de acuerdos tomados en despachos donde se ignora por completo la situación de Guaymas.
En materia de seguridad pública no estamos tan mal como ocurre en otras ciudades de la entidad. Aquí también se han cometido asesinatos que se atribuyen al crimen organizado, pero no alcanzamos los niveles preocupantes de Hermosillo, Ciudad Obregón o Nogales, por decir algo. El problema serio que tenemos aquí son los robos que cometen sujetos, drogadictos por lo regular, que apoyados en el sospechoso amparo que tienen las chatarreras, roban fierro y acumuladores para vehículos provocando trastornos económicos a sus víctimas.
Ese tipo de delincuencia ya está bien ubicada por el comandante aún en funciones, por lo que la alternativa de ratificarlo en el cargo creo que sería buena para los guaymenses.
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Ayer por la mañana, parado frente a la Plaza de los Tres Presidentes por la avenida Abelardo L. Rodríguez, observé cuando el chofer del camión del servicio de transporte urbano, con número económico 110, arrojó una buena cantidad de basura por la ventanilla de la unidad, hacia la calle. La arrojó con la misma facilidad y confianza como si lo hubiera arrojado a un cesto de la basura. Esto fue poco antes de las diez de la mañana. Lástima que no traía la cámara lista.
Cuando hablamos de Guaymas como una ciudad sucia, regularmente, al menos en mi caso, nos referimos a que una parte muy importante de guaymenses la vemos como tal: como un cesto de basura donde podemos arrojar sin pena ni sonrojo toda la basura que podamos.
Una ciudad limpia no es la que se limpia más, sino la que produce menos basura, dijo alguien por ahí. Y mientas algunos guaymenses sigamos con esa actitud, como la del chofer de esta unidad, ni el Otto ni las 11 mil vírgenes podrán conseguir que seamos una ciudad “rechinando de limpia”.
miércoles, 3 de octubre de 2012
Corría el año de 1988. Septiembre para ser exactos. Trabajaba yo en ese entonces para el periódico La Voz del Puerto en el puesto de Jefe de Redacción. Recién nos acabábamos de cambiar al edificio de la calle 10, el cual también ya forma parte de la historia de este medio.
Iniciaba la administración de Florentino López Tapia. De hecho tenía apenas un día de haber tomado posesión como alcalde cuando suena mi teléfono y me dice la recepcionista: “Víctor, le llama una señora”. Atiendo, y del otro lado de la línea, una voz femenina, medio tipluda, me dice con enojo: “Ahí está!!... ¿¿No que Florentino iba a cambiar todo??... Guaymas está peor!!”… Recordará el lector que letras atrás dije: tenía un día como alcalde.
En lo particular, yo cada día me decepciono más y más de los políticos. A lo largo de mi trayectoria como remedo de periodista me ha tocado ver gente que se emocionó hasta las lágrimas con sus mensajes durante sus campañas de proselitismo, pero al llegar al cargo que buscaban resultaron ser los competidores de los más léperos de la historia.
Sin embargo, estoy convencido de que esto último se descubre cuando, tras un tiempo razonable, nos damos cuenta si fue útil o no para la ciudadanía haberle dado el apoyo mayoritario. Es decir, pretender que Florentino en aquellos tiempos cambiara radicalmente la imagen de la ciudad en UN DÍA era un absurdo derivado de una descomunal torpeza mental. Cuando “don Flor” entregó los bártulos de la administración pública, lo hizo con cambios muy radicales y de beneficio para los guaymenses, aún cuando “el viejo” enfrentaba una atroz lucha contra quienes buscaban aniquilar al cooperativismo pesquero. Es decir, Florentino como alcalde cumplió. Y bien.
Otto Guillermo Claussen Iberri ya cometió errores que, de entrada, se pueden considerar delicados. Traer gente de Hermosillo para integrarse a la administración pública de un municipio que conocen muy poco podría no ser tan malo si fueran personas con reconocida solvencia tanto moral como laboral. Es más, quizá hasta sean buenos. Hay otros guaymenses que una vez llegaron al gobierno municipal y resultaron un lamentable fiasco. Pero a la gente no le gusta, pues. A los guaymenses les gusta ser gobernados por guaymenses.
Luego, en un par de extrañas historietas, mete a su administración a un militante panista reconocidísimo por corrupto, conflictivo y enemigo de su propio partido, paradójicamente para cuidar las manos de los demás, y por otra parte ordena la suspensión repentina y perjuiciosa de gente que laboró en la pasada administración, sin más explicación que “ya no aparecen en el sistema”. Ayer empezaba a crecer la inconformidad por eso. Y eran poco más de 20 los afectados.
Pero aún así, considero que es un plazo muy corto el que se está dando al nuevo Munícipe para demostrar “qué trae en la bola”. En la administración pública las cosas no se transforman de un día para otro. Y exigirle que las cosas se compongan a 15 días de haber asumido el cargo se me hace una necedad. Hay que vigilarlo, sí, en la forma que tenga de hacer gobierno para Guaymas, y cuestionarle lo que a nuestro respectivo juicio esté mal. Pero decir que esto ya fue un fracaso me parece realmente torpe.
Yo le daré un voto de confianza. Y lo hago por dos razones. La primera, por eso, pues: considero que es muy poquísimo tiempo para exigirle ya resultados contundentes. Y la otra, porque no creo que Claussen Iberri sea tan infantil de desaprovechar la oportunidad que tiene, después de muchos años de buscarla, de ser alcalde de su tierra natal y hacer algo que lo ubique positivamente en la historia local.
Total, en principio hablaba de decepciones… una más ¿qué tiene?
Iniciaba la administración de Florentino López Tapia. De hecho tenía apenas un día de haber tomado posesión como alcalde cuando suena mi teléfono y me dice la recepcionista: “Víctor, le llama una señora”. Atiendo, y del otro lado de la línea, una voz femenina, medio tipluda, me dice con enojo: “Ahí está!!... ¿¿No que Florentino iba a cambiar todo??... Guaymas está peor!!”… Recordará el lector que letras atrás dije: tenía un día como alcalde.
En lo particular, yo cada día me decepciono más y más de los políticos. A lo largo de mi trayectoria como remedo de periodista me ha tocado ver gente que se emocionó hasta las lágrimas con sus mensajes durante sus campañas de proselitismo, pero al llegar al cargo que buscaban resultaron ser los competidores de los más léperos de la historia.
Sin embargo, estoy convencido de que esto último se descubre cuando, tras un tiempo razonable, nos damos cuenta si fue útil o no para la ciudadanía haberle dado el apoyo mayoritario. Es decir, pretender que Florentino en aquellos tiempos cambiara radicalmente la imagen de la ciudad en UN DÍA era un absurdo derivado de una descomunal torpeza mental. Cuando “don Flor” entregó los bártulos de la administración pública, lo hizo con cambios muy radicales y de beneficio para los guaymenses, aún cuando “el viejo” enfrentaba una atroz lucha contra quienes buscaban aniquilar al cooperativismo pesquero. Es decir, Florentino como alcalde cumplió. Y bien.
Otto Guillermo Claussen Iberri ya cometió errores que, de entrada, se pueden considerar delicados. Traer gente de Hermosillo para integrarse a la administración pública de un municipio que conocen muy poco podría no ser tan malo si fueran personas con reconocida solvencia tanto moral como laboral. Es más, quizá hasta sean buenos. Hay otros guaymenses que una vez llegaron al gobierno municipal y resultaron un lamentable fiasco. Pero a la gente no le gusta, pues. A los guaymenses les gusta ser gobernados por guaymenses.
Luego, en un par de extrañas historietas, mete a su administración a un militante panista reconocidísimo por corrupto, conflictivo y enemigo de su propio partido, paradójicamente para cuidar las manos de los demás, y por otra parte ordena la suspensión repentina y perjuiciosa de gente que laboró en la pasada administración, sin más explicación que “ya no aparecen en el sistema”. Ayer empezaba a crecer la inconformidad por eso. Y eran poco más de 20 los afectados.
Pero aún así, considero que es un plazo muy corto el que se está dando al nuevo Munícipe para demostrar “qué trae en la bola”. En la administración pública las cosas no se transforman de un día para otro. Y exigirle que las cosas se compongan a 15 días de haber asumido el cargo se me hace una necedad. Hay que vigilarlo, sí, en la forma que tenga de hacer gobierno para Guaymas, y cuestionarle lo que a nuestro respectivo juicio esté mal. Pero decir que esto ya fue un fracaso me parece realmente torpe.
Yo le daré un voto de confianza. Y lo hago por dos razones. La primera, por eso, pues: considero que es muy poquísimo tiempo para exigirle ya resultados contundentes. Y la otra, porque no creo que Claussen Iberri sea tan infantil de desaprovechar la oportunidad que tiene, después de muchos años de buscarla, de ser alcalde de su tierra natal y hacer algo que lo ubique positivamente en la historia local.
Total, en principio hablaba de decepciones… una más ¿qué tiene?
lunes, 1 de octubre de 2012
Delincuentes y el nuevo gobierno
Ayer por la tarde estaba por rumbos de la calle 10, cuando vi pasar, con marcado exceso de velocidad pero con torretas encendidas y “sirenas” abiertas, tres patrullas de la policía municipal. En media iba una ambulancia que de momento no identifiqué. Pensé en lanzarme a la busca de la noticia pero muy rápido los perdí de vista. Iban muy recio. No pasó mucho tiempo para enterarme de que llevaban a uno de los lesionados en la balacera que se registró poco antes en San Carlos.
El hecho en sí, como creo que sucedió con la mayoría de los guaymenses, me impresionó. Todavía en mi ciudad no nos acostumbramos a que el país está convulsionado por la delincuencia, y un hecho de esta naturaleza nos impresiona. Es decir, como que ya nos acostumbramos a leer las noticias nacionales que hablan de hechos violentos, pero no aceptamos que aquí también pueden suceder. Ahí están los hechos.
Estamos los mexicanos por entrar a una nueva etapa política. Tras 12 años de dominio panista en el gobierno federal, el PRI regresa al control, y se presupone que las cosas cambiarán. Para bien o para mal, aún no lo sé, pero van a cambiar. Y en medio de todo esto, hay quienes advierten que llegando Enrique Peña Nieto al Gobierno de la República, como por arte de magia se ven a terminar los crímenes y demás hechos violentos en todos los rincones del país.
En lo personal, no cuestiono mucho la decisión de Felipe Calderón Hinojosa de enfrentar al crimen organizado en México. La posición de quienes se dedican a delinquir ya era muy descarada y hacía falta un freno. Sí creo que se fue perdiendo el control a como reaccionaron los maleantes, pero también siento que era necesario aplicar la fuerza del Estado para tratar de terminar con un cáncer social que, sin embargo, pareciera crecer cada día más.
La llegada de nuevos colores al Gobierno mexicano podría sacar al Ejército de las calles e inhibir un poco la presencia de policías federales en pos de la delincuencia. Pero debe entenderse que eso no va a convertir en unas almas de la caridad a quienes están inmersos en la búsqueda del control de la venta de drogas en el país. Esa guerra ya está declarada, y en eso nada tiene que ver autoridad alguna. Y con todo y que Peña Nieto, inclusive, negociara con los criminales una tregua, estos por su cuenta seguirán tundiéndose con todo lo que le tengan a la mano. Sus intereses son muy altos.
Es decir, si el gobierno del PRI continúa la persecución de delincuentes o si bien radicalmente la frena de golpe, las calles ya están llenas de personas que obedecen a los intereses de los amos de los cárteles en el país, y éstos van a continuar tratando desenfrenadamente de aniquilarse unos a otros. La búsqueda del exterminio mutuo no tiene nada que ver con acuerdos o desacuerdos con quienes gobiernan a los mexicanos.
La reconstrucción del país en ese aspecto va a llevar muchos años. Lamentablemente como sociedad permitimos que la educación y los valores se fueran perdiendo, de tal forma que hoy en día, el consumo de drogas y la delincuencia ya es un problema muy arraigado, sobre todo en la gente joven, que no encuentra una diferencia negativa en ello. Simplemente se acostumbraron a vivir así. Un joven hoy en día no entiende lo que es un mundo con poca delincuencia como hace todavía veinte años atrás.
Si algo bueno puede hacer el virtual gobierno, es reiniciar, pero en serio, el rescate de los valores de una sociedad que está más habituada a vivir en medio de delincuentes. Mientras desde las altas cúpulas del mandato en el país se ignore la necesidad de darle un giro radicalmente positivo a la educación, la formación callejera seguirá arrojando más sicarios a las calles. Mientras se siga rechazando la posibilidad de ofrecer un mejor futuro a la juventud mexicana, tenemos que hacernos a la idea de que este problema no se va a terminar.
El hecho en sí, como creo que sucedió con la mayoría de los guaymenses, me impresionó. Todavía en mi ciudad no nos acostumbramos a que el país está convulsionado por la delincuencia, y un hecho de esta naturaleza nos impresiona. Es decir, como que ya nos acostumbramos a leer las noticias nacionales que hablan de hechos violentos, pero no aceptamos que aquí también pueden suceder. Ahí están los hechos.
Estamos los mexicanos por entrar a una nueva etapa política. Tras 12 años de dominio panista en el gobierno federal, el PRI regresa al control, y se presupone que las cosas cambiarán. Para bien o para mal, aún no lo sé, pero van a cambiar. Y en medio de todo esto, hay quienes advierten que llegando Enrique Peña Nieto al Gobierno de la República, como por arte de magia se ven a terminar los crímenes y demás hechos violentos en todos los rincones del país.
En lo personal, no cuestiono mucho la decisión de Felipe Calderón Hinojosa de enfrentar al crimen organizado en México. La posición de quienes se dedican a delinquir ya era muy descarada y hacía falta un freno. Sí creo que se fue perdiendo el control a como reaccionaron los maleantes, pero también siento que era necesario aplicar la fuerza del Estado para tratar de terminar con un cáncer social que, sin embargo, pareciera crecer cada día más.
La llegada de nuevos colores al Gobierno mexicano podría sacar al Ejército de las calles e inhibir un poco la presencia de policías federales en pos de la delincuencia. Pero debe entenderse que eso no va a convertir en unas almas de la caridad a quienes están inmersos en la búsqueda del control de la venta de drogas en el país. Esa guerra ya está declarada, y en eso nada tiene que ver autoridad alguna. Y con todo y que Peña Nieto, inclusive, negociara con los criminales una tregua, estos por su cuenta seguirán tundiéndose con todo lo que le tengan a la mano. Sus intereses son muy altos.
Es decir, si el gobierno del PRI continúa la persecución de delincuentes o si bien radicalmente la frena de golpe, las calles ya están llenas de personas que obedecen a los intereses de los amos de los cárteles en el país, y éstos van a continuar tratando desenfrenadamente de aniquilarse unos a otros. La búsqueda del exterminio mutuo no tiene nada que ver con acuerdos o desacuerdos con quienes gobiernan a los mexicanos.
La reconstrucción del país en ese aspecto va a llevar muchos años. Lamentablemente como sociedad permitimos que la educación y los valores se fueran perdiendo, de tal forma que hoy en día, el consumo de drogas y la delincuencia ya es un problema muy arraigado, sobre todo en la gente joven, que no encuentra una diferencia negativa en ello. Simplemente se acostumbraron a vivir así. Un joven hoy en día no entiende lo que es un mundo con poca delincuencia como hace todavía veinte años atrás.
Si algo bueno puede hacer el virtual gobierno, es reiniciar, pero en serio, el rescate de los valores de una sociedad que está más habituada a vivir en medio de delincuentes. Mientras desde las altas cúpulas del mandato en el país se ignore la necesidad de darle un giro radicalmente positivo a la educación, la formación callejera seguirá arrojando más sicarios a las calles. Mientras se siga rechazando la posibilidad de ofrecer un mejor futuro a la juventud mexicana, tenemos que hacernos a la idea de que este problema no se va a terminar.
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