Como
bien se preguntó un analista político sonorense, y a propósito de la búsqueda
por parte de la justicia del ex Gobernador sonorense Guillermo Padrés Elías en
190 países, ¿realmente habrá valido la pena para él y sus compinches todo lo
que hicieron?
El
columnista del cuento hacía en días pasados una serie de reflexiones sobre los
pensamientos actuales que pueden tener todos aquellos que, al amparo de la
impunidad, incurrieron en hechos que seguramente sabían que eran irregulares,
pero la ambición por aumentar sus cuentas bancarias los llevó a caer en un
juego que hoy los tiene en una situación vergonzosa, realmente ignominiosa.
Unos
están en la cárcel, otros están siendo requeridos por las autoridades, y el
principal actor de la novela, presuntamente al lado de su familia, anda
literalmente “a salto de mata” como un delincuente común, escondiéndose sabrá
Dios dónde, pero tratando de no ser ubicado, bajo la certeza de que podría ser
capturado en medio de un aparatoso operativo e ir a parar a una celda, donde
corresponde, pues, a quienes atentan contra la ley.
Al
parecer, las pruebas de las raterías cometidas por el ex jefe del ejecutivo
sonorense se han acumulado de tal forma que hoy es de elemental importancia
mantenerlo encerrado, y en ese sentido, la PGR ha solicitado el apoyo en
general para ubicarlo y entregarlo a las autoridades. La interpol ha emitido la
clásica “ficha roja”, que se asigna a aquellos delincuentes peligrosos que
ameritan ser arrestados y responder ante la justicia por los delitos cometidos.
Hoy Padrés Elías está en esa penosa situación.
Qué
vergüenza. Y qué vergüenza no solamente para este hombre que como reyezuelo que
se sintió nunca pensó que sus trapacerías tendrían una respuesta de la
justicia. Qué vergüenza también para los sonorenses, que durante seis años
tuvimos a un auténtico maleante gobernando, a un hombre cuya soberbia no
alcanzó a advertir que sus acciones no podían quedar impunes.
Porque
la justicia política podrá exculparlo de todo, trayendo como consecuencia que
los jueces sean benignos con él y sólo lo castiguen con la clásica y cómplice
inhabilitación para ocupar cargos públicos. Pero la justicia popular ya no va a
olvidar los agravios sufridos, y donde se le vea, donde ande caminando,
tratando de llevar una vida normal, ya no podrá quitarse jamás la imagen de
ladrón. Cualquier sonorense común podrá señalarlo con índice de fuego.
Y
cabe observar en este mismo intento de reflexión, que si la misma dirigencia
nacional del PAN ha bajado la cabeza con vergüenza ante este caso, ningún
sentido tiene que haya quienes todavía lo quieran defender, aduciendo que todo
es consecuencia de una venganza política. Ya sobra. Ese recurso ya está
demasiado manoseado como para seguir permitiendo que rateros disfrazados de
políticos sigan amparándose a una complicidad repugnante e indigna. La justicia
debe empezar a aplicarse para poder emprender un nuevo camino hacia la limpieza
en las instancias de gobierno.
Quizá
pronto haya noticias sobre el paradero de Padrés Elías. Es probable que en muy
breve tiempo se esté difundiendo la captura de quien, tras enfermarse de poder
y soberbia, no quiso advertir que aquella justicia que él hipócritamente exigía
para los políticos ladrones, se le iba a revertir tan pronto.
Hoy,
Guillermo Padrés Elías, es un prófugo de la justicia.