El chantaje, la extorsión, el
abuso de autoridad y hasta peligrosos y mortales excesos, fueron la
característica de las corporaciones policiacas en los sesentas, setentas y gran
parte de los ochentas. Atropellos brutales, matanzas y muchas tropelías más se
cometían bajo el manto protector de un gobierno autoritario y criminal que dejó
escrita con sangre una estela de hechos que denigran la historia de nuestro
país. Inclusive de nuestro estado.
El surgimiento de partidos
políticos contrarios a la ideología del PRI, el cual mantenía bajo férreo
control su hegemonía como gobierno, así como el lento pero firme fortalecimiento
del PAN, comenzó a inhibir un poco las actitudes represivas del gobierno hacia
un pueblo que soportó demasiado en esas tres décadas. El arribo al gobierno
federal de Acción Nacional y de otros partidos políticos en los diversos
estados de la República, se advirtió como la posibilidad real de lograr un
radical cambio en la forma de aplicar justicia a los mexicanos.
Por desgracia, estos últimos
vieron todos esos cambios sólo como una película de ciencia ficción, que
emociona cuando la ves pero decepciona cuando descubres los trucos. Los
gobiernos ejercidos por partidos de otros colores sólo han servido para
fortalecer la inmensa corrupción y los abusos de poder que define a los
políticos mexicanos. Hoy en día, cualquiera de estos entes perversos, salvo muy
honrosísimas excepciones, es capaz de cometer abusos similares a los que en su
momento permitieron los tenebrosos Gustavo Díaz Ordaz, Luis Echeverría Álvarez
y José López Portillo, sólo por mencionar a algunos.
En Sonora, el gobierno panista
es cómplice de policías estatales que circulan por las calles buscando no
precisamente delincuentes, sino personas a las cuales se pueda hacer víctima de
chantajes para satisfacer sus ambiciones económicas. No hace mucho tiempo, un
par de estos delincuentes uniformados detectaron a alguien que había instalado
una chatarrera. Par de ocasiones en que ladronzuelos baratos llevaron pedazos
de tubería de cobre bastaron para que estos pseudo agentes llegaran y exigieran
una fuerte cantidad en efectivo al dueño del establecimiento so pena de abrirle
un proceso por comprar cosas robadas.
Si alguien tiene dudas sobre
la forma en que trabajan las chatarreras y las razones por las que se
multiplican de nuevo los robos de tuberías de cobra y todo tipo de fierros, ahí
está la respuesta. Aquella persona quiso solicitar ayuda para descubrir a los
agentes chantajistas. Finalmente entendió que era mejor “cooperar” con ellos
que verse en la necesidad de cerrar su negocio, e incluso de ir a parar a
prisión por delitos hasta prefabricados.
Los gobiernos priístas en los
municipios no cantan mal las rancheras. Hace unos días viajé con mis hijos a
Ciudad Obregón, y en algo que merecía cuando mucho una llamada de atención, se
convirtió de repente en impresionante operativo con la amenaza de armas largas
por parte de policías municipales, quienes al no encontrar razones para hacer
una acusación importante, dejaron entrever sus corruptas intenciones: “jefe,
nos va a tener que dejar para las sodas”. De no haberme identificado como
miembro de los medios de comunicación, hubiera tenido que soltarles dinero o ir
a parar juntos con mis retoños a una celda. Aún sin delito cometido.
Esto último no es
característica exclusiva, lógicamente, del gobierno cajemense. Hermosillo,
Nogales y muy particularmente Guaymas, están entre los municipios donde los
policías locales son una partida de voraces ladrones, que al amparo de un
uniforme cometen la vileza de aprovechar cualquier descuido de un automovilista
para quitarle lo que traiga en la cartera. Naturalmente que amparados por
alcaldes y jefes policiacos que se llevan “la tajada del león”, en una ambición
tan desmedida como imparable que permite advertir que las cosas no han cambiado
con el paso de los años y de los colores políticos en el gobierno.
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Cabe mencionar, después de
todo lo anterior, que no sólo los policías son una bola de bandidos. En
Guaymas, dependencias como Vendedores Ambulantes y Ecología están infestadas de
personas que han encontrado en sus puestos la mejor forma de obtener pingües
ganancias, extorsionando a quienes tienen necesidad de contar con sus
servicios.
Muchos mini comerciantes que
apenas sobreviven con sus pobres negocios en las calles, constantemente son
“visitados” por empleados chantajistas de gobierno que piden “apoyos” no
menores de 200 pesos, sin alternativa de negarse, puesto que eso provoca,
incluso, la clausura del negocio.
Así se las gasta el gobierno
priísta que aquí tenemos.